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Amigo/a.
Este es un blog dedicado a ver la vida que nos rodea de otra forma. Vivimos en una realidad totalmente interrelacioneda entre los miles, millones de elementos que la conforman. Y lo hacen en agregaciones sucesivas e integradas denominadas "sistemas".
En un lenguaje razonablemente asequible, pretendo dar herramientas mentales para poder intuir la complejidad de un mundo condicionado por una variable, el tiempo, que inexorablemente nos conduce a un objetivo final, tanto como individuos y como especie.

La página principal contiene las entradas que iré escribiendo, bien de mi pluma, bien referencias de terceros autores sobre temas que están relacionados con la visión holística, sistémica de la vida.

El menú de páginas laterales se basan en los capítulos del libro que escribí hace ya algunos años "Análisis sistémico, su aplicación a las comunidades humanas". Constituyen las bases del pensamiento sistémico que voy a desplegar en este blog.

La página "Indice y referencias" contiene el contenido de las sucesivas páginas sobre sistémica.

La página "Visión general", contiene los principios fundamentales para entender, a modo introductorio el pensamiento sistémico.

Las páginas de la 1 a la 9, despliega cada uno de los contenidos fundamentales del libro que escribí. Su lectura es muy importante para comprender el razonamiento que se irá exponiendo en las sucesivas entradas en la página principal.

Buena suerte. El pensamiento sistémico te cambia la visión de la realidad, abriéndote un escenario hasta entonces desconocido.
Con la visión sistémica del mundo, uno puede ver más allá de lo que perciben los sentidos y la mente convencional es capaz de comprender.

De nada hablaré como maestro, aunque de todo hablaré como entusiasta, como decía Ortega y Gasset, porque pongo por delante que lo que pueda plasmar en este blog no es fruto de ninguna cultura enciclopédica. No soy especialista de casi nada. Pero sí soy generalista, es decir, un profesional (en este caso de la Sanidad y de la Medicina) que aplica el método sistémico a lo que ven mis ojos.

Invito a quien quiera atreverse, a que se embarque en esta forma de pensar. Los resultados pueden ser sorprendentes.





sábado, 20 de noviembre de 2010

2.- Bioeconomía o Economía del Tercer camino

Texto redactado en Abril de 2009

Reseña del libro de Mansour Mohammadian, “la Bioeconomía o la Economía del tercer camino”

Contenido
   
  1. Introducción   
  2. La Bioeconomía o la visión sistémica de la actividad humana   
  3. Una revolución ética   
  4. Expresión del pensamiento bioeconómico   
  5. La Economía del Tercer camino   
  6. Cuentas de conciencia   
  7. El espejismo del crecimiento económico   
  8. El desarrollo entrópico   
  9. El capital social   
  10. El octavo principio   
  11. La Red   
  12. El derecho a tener un sueño, una visión   
  13. Conclusión   



1.- Introducción

Vivimos una época convulsa, en la que los cambios se producen a nivel planetario a una velocidad tan rápida, las crisis bursátiles y financieras se suceden tan deprisa, y presentan unas características tan desconocidas que ni siquiera los mayores expertos aciertan a dar explicación a lo que sucede, y por supuesto, las recetas habituales para tratar los problemas, parece que no surten ya efecto.

La presión de los mercados, de los mundos financieros, laboral y político es tan fuerte, que obliga a tomar medidas que necesariamente tienen que surtir efecto, si no inmediato, a muy corto plazo, porque todo lo que no sea eso, induce a la desesperación de los agentes sociales implicados en esta tupida tela de araña que es el tejido productivo de la Sociedad.

Por otra parte, dentro de las cábalas que se están haciendo sobre el por qué y el cómo se está produciendo la crisis actual, no falta las de aquellos que ven en los continuos seísmos de las bolsas y los mercados, las correspondientes “manos negras” de grupos de poder tan extremadamente poderosos como secretos, que con la oscura intención de desestabilizar a los gobiernos de Occidente, inducen fortísimas caídas de los valores bursátiles, retracción del crédito a niveles límite del estrangulamiento tanto de las economías domésticas, de las pequeñas y medianas empresas, como de las grandes corporaciones; juegan a placer con el precio del petróleo y del propio dinero, para arrodillar a gobiernos, bancos y empresas multinacionales a fin de conseguir sus oscuras intenciones. Es aquello de la teoría de la conspiración.

Y por último, el propio Planeta del que todavía se duda de su enfermedad climática y de que esta esté provocada por la actividad humana.

Lo que empieza a suceder ahora, a mí no me sorprende lo más mínimo. Hace treinta y cinco años, cuando leí el primer Informe al Club de Roma, “Los límites al crecimiento” de Jay Forrester, me quedó una cosa meridianamente clara, que en algún momento de la primera mitad del Siglo XXI, la economía Occidental colapsaría, con las consecuencias sociales y medioambientales correspondientes. La reacción mediática a aquel informe fue virulenta, tachándole de tremendista y agorero. Lo que ha sucedido desde entonces en el mundo, no ha hecho otra cosa que ratificar cuán en lo cierto estaba Forrester y su equipo.

Así, que estamos en un momento de la vida del hombre sobre la Tierra en el que, acudiendo a la Ley de rendimientos decrecientes, la capacidad que tienen los dispositivos de la Economía mundial para hacer frente a situaciones globales como la actual, parece haber llegado a una fase asintótica, en la que es ya casi imposible superar con los medios actuales de los que disponen los economistas y políticos, las enfermedades sociales. La medicina económica parece ya no dar más de sí, y o bien se descubre nuevas vacunas, nuevos tratamientos, o corremos el peligro de entrar en una fase  muy peligrosa de desestructuración social.

Cuando se ve el futuro con estos tintes ciertamente oscuros, se podría pensar que los que piensan, pensamos, de este modo disfrutaríamos si los peores vaticinios sucedieran, tan sólo por el placer de proclamar que “¡teníamos razón!”. Pero es seguro que en mi caso, y el de cualquier persona con sentido común, nada más lejos de desear que las amenazas de depresión y colapso sean reales, porque nuestros hijos, los míos, sufren el zarpazo del paro provocado por la recesión económica, y a mí, personalmente, me gustaría percibir hasta que diga adiós a este mundo, mi pensión de jubilación dentro de ocho años. Nadie lo va a pasar bien, nadie va a disfrutar con lo que puede que se avecine.

Las medidas preventivas, en Salud pública se adoptan cuando se detectan amenazas, alertas tempranas de epidemias o riesgo generalizado de la salud de la población. Si son efectivas, simplemente “no pasa nada”, y nadie suele agradecer que se hayan tomado medidas preventivas, porque se sabe que se evitó el peligro simplemente en que “no pasó nada”.

Estamos viendo cómo los analistas económicos, los banqueros, políticos y empresarios se devanan los sesos para descubrir la vía de escape al riesgo de colapso general de la Economía. Dios quiera que acierten, por la cuenta que nos tiene. Pero existe una sombra de duda respecto de la efectividad de las medidas. Y es el hecho de que son medidas encuadradas en la filosofía económica del capitalismo de libre mercado, basado en la teoría neoclásica. La maquinaria económica mundial, demasiado pesada y compleja, muestra una dinámica inercial demasiado intensa como para apostar por un cambio de paradigma de la noche a la mañana, o en el horizonte temporal de una década. Y esto, a parte de los irrenunciables intereses de los elementos más poderosos de la Economía del Planeta, que antes se suicidan a verse perdiendo las inmensas parcelas de poder de las que han disfrutado hasta la fecha. La resistencia a cualquier cambio de filosofía económica será brutalmente presentada en cualquier foro internacional donde se pretenda cambiar el rumbo de las cosas.

Los ciudadanos de a pie, que no estamos condicionados por las ataduras económicas de los grandes núcleos de poder, pero que tenemos un cierto sexto sentido para ver cómo “el petrolero lleva un inexorable rumbo de colisión”, en palabras de Abril Martorell, tenemos el privilegio de imaginar otro mundo posible.

Ese mundo posible es el que dibuja con bastante nitidez la “Bioeconomía”, o “Economía del Tercer Camino”, uno de cuyos padres ideólogos, el Profesor Mansour Mohammadian ha dedicado gran parte de su vida profesional, y ha dejado plasmada su idea en diversos libros, entre los que se encuentra el que es objeto de este comentario y al que está dirigida esta reseña.

2.- La Bioeconomía o la visión sistémica de la actividad humana


La Bioeconomía es un nuevo paradigma de la Ciencia Económica, surgido a partir de las alertas ecológicas de la década de los sesenta, y que se basa en el estudio de la actividad humana bajo los arquetipos sistémicos de la Naturaleza, de los ecosistemas, de los seres vivos. Su finalidad es integrar la actividad económica humana dentro de los sistemas generales del Planeta. Desde este enfoque, la sociedad humana no es un sistema con dos únicos canales de relación con el “exterior” natural del Planeta, el canal de entrada de recursos (explotación de materias primas), y el canal de salida al exterior (residuos). Las ligaduras del sistema humano con “Gaia” son tan innumerables y tan fuertes, que haber ignorado la Ciencia Económica esta íntima relación, de sobra conocida por el resto de la Ciencia, ha conducido sí o sí a la encrucijada infernal que sufre hoy día la Humanidad. Las finanzas, el dinero ha vivido de espalda a esta realidad, y la consecuencia se están manifestando ya de modo evidente. Los fundamentos de la Bioeconomía son las leyes biológicas, que no son otras que las leyes sistémicas. Su finalidad que no es otra que integrar la actividad económica en los sistemas naturales, obliga a un replanteamiento total y absoluto de los pilares sobre los que se asienta el mundo financiero. Conceptos como crecimiento y desarrollo tienen que ser redefinidos en aras de introducir en la ecuación el concepto “estado estable”, “crecimiento orgánico” que son vitales para la vida de los sistemas biológicos, tanto que cuando fallan, el sistema biológico (individual o ecológico) simplemente muere.
Es más, el hecho de que los humanos no hayamos tenido esta idea al plantearnos el uso de nuestro Planeta, no ha sido óbice para que estas leyes no nos hayan afectado. De hecho lo han hecho, lo están haciendo y continuarán haciéndolo, tanto si las respetamos como si no.

Mansour Mohamadian, veterano profesor de Biología y Genética de varias universidades del mundo, expone en su libro “La Bioeconomía: economía del tercer camino”, detalladamente los fundamentos de este enfoque holístico de la actividad humana. Hace hincapié en que Bioeconomía no es lo mismo que Economía Ecológica, que es la ciencia de la sostenibilidad, nacida al abrigo del concepto “desarrollo sostenible” del informe Brundtland. Aunque participa, como no puede ser de otra forma de muchos de sus fundamentos, la idea no es la de que la Economía tal y como la conocemos se muestre respetuosa con el Medio Ambiente y favorezca medidas conservacionistas y protectoras de los nichos ecológicos, en aras de un desarrollo sostenible, pero manteniendo en esencia los principios del capitalismo y sus modus operandi. Se trata de una integración de la sociedad humana en la base natural de la que depende.

Este enfoque convierte a la Economía en una Ciencia Sistémica, obligada a integrarse íntimamente con la Biología, con el sustrato natural en el que se desarrolla la vida de todos los seres vivos de este Planeta, entre los que se encuentra el ser humano. La síntesis de Biología y Economía genera un Tercer Camino, una Tercera Cultura, una Entidad sistémica, Holística.

3.- Una revolución ética


Que la sociedad humana se integre en su base natural requiere mucho más que medidas coyunturales de calado financiero, así vengan del FMI o del Banco Mundial con el beneplácito de los Gobiernos. No hablamos de tipos de interés, de fondos de garantía de depósito o de presupuestos ajustados etc. Hablamos de una renovación ética del comportamiento humano, empezando por dejar de henchir y someter a la Tierra, como reza un versículo del Génesis, porque ese mandato divino está más que cumplido. Nos hemos creído demasiado eso de ser los reyes de la Creación, tanto que la estamos destrozando sin piedad. En el otro extremo, eso de amarnos los unos a los otros, como que no parece ir con nuestro modo de ser. Y esto no es un sermón religioso, sino simplemente la constatación de un hecho evidente, que de los dos pilares de la teoría económica de Adam Smith, un mercado balanceado entre el vicio privado de acumular y la virtud pública de repartir, el desequilibrio a favor de un predominio tan abrumador del vicio de acumular ha provocado los efectos de todos conocidos, la distribución paretiana de la riqueza.

En los capítulos 1 y 2, del libro, Mohammadian expone los fundamentos de la idea, y ya desde el comienzo, deja claro el enfoque sistémico, holístico que hemos referido. Explica como la Bioeconomía hinca sus raíces en factores no estrictamente económicos (tan y como los hemos entendido hasta ahora), que entran de lleno en el plano de la ética y las relaciones humanas: afectividad, confianza, solidaridad. Integra la racionalidad económica capitalista con la también racionalidad biológica y afectiva, al reconocer las necesidades básicas del ser humano.

Hace una continua comparación entre los efectos de la racionalidad capitalista, maximalista de beneficios y el paradigma sistémico que gobierna la Vida. Destruye como castillos de naipes los fundamentos falsos sobre los que se ha basado el concepto de la “riqueza material” como única riqueza, sin importar la riqueza espiritual. Suena raro esto en un libro de Economía, pero no es lo único sorprendente.

Sobre los actuales fundamentos de la Economía, esta se encuentra permanentemente en un estado “lejos del equilibrio”, con fuerzas extremadamente asimétricas que hacen del mercado un sistema caótico, entendiendo caótico como impredecible, es decir, la antítesis del “Steady state” o estado estable, que es una de las reglas de oro de la Biología. Súbitamente, atractores caóticos pueden llevar al Sistema a un estado impredecible, como impresiona estar en estos momentos, Abril de 2009.

Hace un repaso histórico que comienza por la teoría clásica de Smith y Ricardo, y la Neoclásica de Marshall. En ninguno de los casos, se ha dado importancia a la conducta ética. Si algo se ha pensado en el ser humano ha sido como consumidor de bienes, y sus motivaciones para la decisión de compra o venta. Nos referimos al conocido dilema “coste de oportunidad”, y otros criterios de elección como el “trade off”. Pero en el fondo, la libertad de elección es extraordinariamente limitada.

Sigue con Keynes, cuya teoría permitió el despegue tras la Segunda Guerra Mundial, y la eclosión de la Macroeconomía, desplazando el motor de la actividad económica a los grandes movimientos empresariales y del Estado.

Como reacción negativa al mercantilismo, aparece la Economía fisiocrática y el interés por la explotación de los recursos naturales no regenerables. Estamos en la década de los 60 y nos aproximamos al Mayo francés y a los primeros indicios de que el crecimiento ilimitado es imposible.

Los informes del Club de Roma, la primera Crisis del Petróleo y el comienzo de las tensiones en el Golfo Pérsico son alertas tempranas de lo que eclosionará en el enfoque ecológico de la Economía con el informe Brundtland sobre el desarrollo sostenible en 1987.
Sin dudar de la buena intención de todo este proceso evolutivo, Mohammadian explica por qué han fracasado todos estos intentos de aproximación. La razón estriba en que en cualesquiera de los intentos, ha sido imposible (o no ha interesado) evitar la autonomía total del mercado y descartar la creencia de que él sólo se autorregula.

El punto de inflexión en todo este proceso, que es donde el concepto “Bioeconomía” aparece por primera vez como entidad ideológica, proviene de la difusión de la idea lanzada en 1971, contemporánea al Primer Informe al Club de Roma, con el libro fundamental de Nicholas Georgescu-Roegen “The entropy law and the economic process” donde se efectúa el avance decisivo, que consiste en insertar el desarrollo económico en el flujo energético de la biosfera. “El proceso económico -dice G-Roegen-, no es sino una extensión de la evolución biológica y, por consiguiente, los problemas más importantes de la economía deben ser abordados desde esta perspectiva”.
Mohammadian explica desde esta perspectiva fundamental, los fundamentos epistemológicos de la Bioeconomía, sus raíces que es el pensamiento sistémico (holismo). A partir de esta base, se entienden los demás fundamentos, la interdisciplinariedad, la lógica dialéctica, la complementariedad y sobre todo la Ética.

La lógica dialéctica que propone Mohammadian es la de desterrar el principio del “tercero excluido”, el tercero de los principios aristotélicos, que descarta la posibilidad de una tercera vía, del “Tercer Camino” para la búsqueda de la verdad. O “A” o “no A”, pero no se admite un “C” como posibilidad.  El autor propone asumir la tesis del “tercero incluido”, de un tercer camino, una síntesis ecléctica que armonice posturas irreconciliables o que han vivido de espaldas unas a otras.

Pero sobre todo la Bioeconomía supone una absolutamente necesaria “revolución ética”. Es la Ética como base del comportamiento económico. Así vista, la Economía es mucho más que el mero intercambio de bienes entre humanos mediante las leyes del mercado, y los precios y valores de bolsa, algo más que un estado de ánimo de los inversores manipulado por los grandes especuladores.

4.- Expresión del pensamiento bioeconómico

A partir de estos principios, Mohammadian hace un recorrido por las alternativas de aplicación de este pensamiento. Refiere las diferentes iniciativas de aplicación del pensamiento bioeconómico.

Así, en el Capítulo 3 explica el sistema de trueque comercial, pero sobre todo la Agenda 21 local y nacional, una iniciativa surgida en la Conferencia de Rio de Janeiro en 1992 como programa de acción sobre el desarrollo mundial sostenible. Aunque el concepto de sostenibilidad impulsado desde los ayuntamientos como un modelo económico, social y ambiental no ha dejado de pasar de lo puramente teórico, porque el impacto de este programa no ha superado los 10.000 municipios en todo el mundo.

El Comercio Justo es otra de las iniciativas que menciona Mohammadian, esta vez a nivel internacional como forma de poner en práctica los principios de la Bioeconomía. Surgida originalmente del libro de E.D.Dekker “Max Havelaar” en 1860, donde denunciaba las injusticias con los nativos en el comercio del café entre Indonesia y los Países Bajos, el comercio justo supone una forma de comercio que proporciona a los trabajadores salarios justos según el tipo de trabajo, evitando las condiciones de explotación abusivas. Minimizar los intermediarios y aproximar lo más posible el consumidor al productor, para que ambos conozcan las condiciones en las que vive el otro. La ONG Intermon Oxfam en 1964 fue la primera  organización de comercio justo. Estas y otras iniciativas han hecho crecer este tipo de comercio grandemente en la década de los 80 y 90. Ha dinamizado el intercambio Norte-Sur promoviendo un comercio global responsable, y sobre todo ético. Una brecha abierta hacia la tercera vía, el Tercer Camino.

En el capítulo 4, Mohammadian explica los modelos prácticos de aplicación de la Agenda 21 local. Describe el modelo ICLEI (International Council for Local Environmental Initiative) y el modelo español DEYNA (Desarrollo y naturaleza). Nacen estos dos modelos de conferencias sobre ciudades sostenibles, el primero, y como iniciativas locales, en concreto en Soria, España.
Como tercer modelo, explica Mohammadian el modelo bioeconómico. Un modelo holístico, y como tal contempla las múltiples interacciones entre los agentes, elemento del que adolecen las iniciativas no sistémicas. En el modelo sistémico bioeconómico, hay que meter una tremenda cantidad de variables que están continuamente interaccionando entre sí, y la evaluación del rendimiento del modelo se realiza mediante el “índice bioeconómico”, proporción del rendimiento de un recurso respecto al esfuerzo que cuesta lograrlo, que cumple inexorablemente la ley de rendimientos decrecientes.

En el capítulo 5, Mohammadian aborda la relación entre Bioeconomía, sostenibilidad y globalización. El paradigma de la Bioeconomía es la integración de tres elementos fundamentales de la vida humana, los recursos naturales, biológicos y geológicos, los agentes económicos y la tecnología, desterrando el habitual antagonismo en el que han existido. Refiere cómo la globalización, como dinámica inercial de un mundo cada vez más intercomunicado, ha beneficiado exclusivamente a los grandes agentes económicos, pero provocando efectos demoledores en los que siempre han sido pobres, que ahora son aún más pobres si cabe.

Siguiendo a Tocqueville, si la Humanidad parece que da un salto cuántico cada cincuenta años, y tras la Segunda Guerra Mundial despegó el impresionante proceso de crecimiento económico que hasta ahora hemos disfrutado, tocaría a partir de ahora dar otro salto cuántico en la distribución de la riqueza. A eso se le llamaba globalización, pero no se han dado los elementos de equidad esperados, sino todo lo contrario. Por persistir los principios exclusivistas y egoístas de la teoría económica clásica, la apertura global del mercado mundial ha beneficiado al demonio de Maxwell, incrementando aún más la desigualdad entre ricos y pobres.

La Bioeconomía se fundamenta en equilibrar el peso de los factores económicos y los no económicos, única forma de luchar contra la pobreza.

Se puede equilibrar esta conciliación estableciendo, como dice Mohammadian, “redes de ciudadanos” solidarios y fraternales en la tarea de afrontar los retos de la pobreza, la enfermedad y la insostenibilidad. Es por eso que la Bioeconomía no sólo aborda una transformación del nivel económico, sino del nivel humano, integrados ambos en el nivel natural planetario. El primero transforma y calcula el valor de cambio de las cosas, el segundo es para el que se efectúa la transformación, y el tercero, la Naturaleza, es el que es transformado para un dudoso uso y disfrute del los humanos. Por eso, las redes de ciudadanos comprometidos en su labor comunitaria, es condición “sinequanon” para el éxito de la idea de la Bioeconomía.

Lamentablemente, el ser humano ha pasado de conceptos económicos basados en principios de equidad, racionalidad, simplicidad y utilización responsable de los recursos naturales (antigua economía), a una “nueva economía”, originada al calor del espectacular crecimiento económico surgido tras la Segunda Guerra Mundial y las recetas keynesianas en el “Primer Mundo”, basada en el desequilibrio, irracionalidad, complejidad y despilfarro del capital biológico de la Tierra, y además, maltratando al capital humano del Planeta, con esa injusta distribución paretiana de la riqueza.

La vía de escape a este proceso absolutamente deletéreo para todos, incluso para los que creen beneficiarse de esta situación, lo denomina Mohammadian, “Economía del tercer camino”

5.- La Economía del Tercer camino


En palabras de Mohammadian, Economía del Tercer Camino es una actividad socioeconómica basada en factores no económicos entre seres humanos y en la empatía con otros seres vivos, y no sobre una competición agresiva en búsqueda del dinero fácil a cualquier coste. Es una Economía que centra su paradigma en “externalizar los beneficios” e  “internalizar los daños”. Es decir, beneficios repartidos entre todos, pero los daños pagados por aquellos que tienen la culpa. Justamente lo contrario de lo que estamos viviendo, beneficios para mí, pérdidas repartidas a pagar entre todos.

La “cuenta de pérdidas y ganancias”, cuando el Planeta y la vida humana están por medio, el balance entre el activo y el pasivo, entre la deuda y el haber, se llama “sostenibilidad”, en terminología sistémica “Estado estable (steady state)”. Una Economía como la actual, que en relación con la Naturaleza, sólo cuenta lo que se ingresa (sólo se apunta en activo, sin generar pasivo), sin importar que eso que se ha ingresado en muchas ocasiones ha sido extraído de la Naturaliza, transformado y destruido para siempre, hace que esta cuenta de pérdidas y ganancias, sólo se anoten las ganancias sin importar las pérdidas. El alejamiento progresivo del punto de equilibrio hace que la amenaza de colapso y estallido del sistema sea cada vez más seria y próxima. No se trata por tanto de “respetar el medio ambiente” en el sentido de crecer y crecer pero dentro de un mayor respeto de la Naturaleza. No, nosotros “somos la Naturaleza”, formamos parte inseparable de ella; somos su misma esencia. No hay ninguna barrera que nos separe de ella, salvo una, que se llama “ambición”.
Es por eso, que el Tercer Camino es esa tercera vía, ese “tercero incluido” que armoniza, integra, fusiona, unifica el hombre con la Naturaleza de la que procede y de la que jamás se debió sentir ajeno, y que lo ha hecho  para dominarla y explotarla hasta niveles más que críticos. Es por eso, que las claves de la Bioeconomía no se basan en nuevos modelos econométricos, en descubrir nuevos indicadores de gestión de los activos financieros o de nuevas medidas macroeconómicas para asegurar los fondos de garantía de depósito de los bancos o para neutralizar los créditos tóxicos generados por las hipotecas subprimes.

Pero como en otras muchas ocasiones, las palabras sostenibilidad, desarrollo sostenible, Ecología, solidaridad, etc, se han manoseado y adulterado, al convertirse en manos de los poderosos y de los políticos, en palabras “talismanes”, que dentro de un discurso bien adornado con una dialéctica convincente, les ha servido para sus oscuros intereses de mantener sus privilegios de siempre, pero tratando de calmar las conciencias de propios y ajenos. Las medidas orientadas hacia la sostenibilidad, pero generadas exclusivamente desde el pensamiento económico convencional, jamás dejarán de hacer otra cosa que profundizar en el desequilibrio ecológico, eso sí, con discursos adornado de palabras talismanes, nada más.

Es por eso, que sólo se puede romper este letal círculo vicioso, acudiendo al impulso de factores no económicos como promotores de la idea.

Los factores no económicos son, ni más ni menos, que las leyes sistémicas que rigen el mundo natural, y especialmente el de los seres vivos.

En Biología y en Medicina, al medio interno de los seres vivos se le denomina “la Economía”. Se habla de los órganos de la economía, de los tejidos de la economía, del equilibrio electrolítico de la economía. Porque la economía es también “la ley de la casa” para los seres vivos. Nuestros organismos disponen de una estructura que mediante unas muy complejas funciones ha de mantenerse en estado estable, sostenible, para poder seguir estando vivos. Se dice que nuestro sistema inmunológico está continuamente neutralizando el crecimiento canceroso de nuestros tejidos, pues espontáneamente tienden a generar displasias que si se las dejara llegarían a convertirse en auténticos procesos cancerosos. Cualquier alejamiento de la estabilidad, el organismo aplica los medios necesarios para restablecer el equilibrio interno, porque sabe que dejar la entropía al albur, dejar que el demonio de Maxwell campe por sus respetos es literalmente deletéreo, mortal.

Esto es lo que propone la Bioeconomía, aplicar a la actividad humana, estas leyes sistémicas que “sí saben gestionar adecuadamente la economía de los seres vivos”.

Es en este punto, donde el libro de Mohammadian entra a explicar los conceptos de la termodinámica de Carnot, los conceptos de entropía, energía libre y demás relación entre la materia y la energía que permite, dentro de un estado normal de desequilibrio termodinámico, pues la biología está sujeta a la termodinámica de procesos irreversible, mantener un aceptable estado estable de balance de entrada salida próximo a cero durante un tiempo razonable, mientras se desgastan las estructuras que también son renovables.

Cuando uno lee este razonamiento y comprende cómo es aplicable a lo que hasta ahora ha sido el “imperio de la ambición humana”, experimenta como un sereno rayo de esperanza inunda las entrañas.

Pero para que esto sea posible, es necesaria una condición previa sin la cual nada de esto será posible. Los hombres tenemos que volver a ser “seres humanos” y dejar de ser alimañas sedientas de poder y ambición.

Termina este capítulo 5 abordando el problema de la globalización, acusando de necios a aquellos que creían que con la globalización el mercado se autorregularía a sí mismo mediante esa mano invisible que neutralizara a al menos mantuviera sujeta las riendas del vicio privado de acumular. No ha sido así, más bien, todo lo contrario. Aunque se nos ha imbuido la idea de que “si la economía va bien, a quién le importa que las personas y el Planeta vayan mal”.

La Bioeconomía para la globalización aporta la racionalidad que necesita Gaia para mantener su estado estable, como la economía de los seres vivos aporta la racionalidad a nuestros organismos, donde nuestro interior es un conjunto globalizado de células, tejidos subsistemas y órganos íntimamente relacionados entre sí.

Globalización y sostenibilidad tienen que basarse en cinco principios: estabilidad política, seguridad nacional-internacional, derechos humanos, prosperidad, bienestar y educación. Sin embargo, Mohammadian advierte que mientras los objetivos de sostenibilidad han de plantearse a largo plazo, tanto más cuanto se basan estos pilares, que a nadie escapa, necesitan mucho tiempo de maduración, la globalización en cuanto actividad económica, con las capacidades de comunicación instantánea de la información, se plantea objetivos a corto plazo.

En el Capítulo 6, se aborda el problema de las transacciones económicas en un sistema socioeconómico global que evite engaños y actuaciones poco éticas. Este es el propósito de la Economía institucional. Pero volvemos a lo mismo, se crean instituciones con un supuesto noble fin, Banco Mundial, FMI, CEOE, OIT etc, que al final se erigen en los principales agentes de poder para los que ya son poderosos y así controlar mucho más los tentáculos de poder a nivel global.

La respuesta a esta Economía institucional es la Bioeconomía institucional. Se entiende que las instituciones con organismos con normas para actuar y para simplificar la complejidad de los problemas, no para aumentarla. Y de nuevo, la alternativa bioeconómica, esto es, instituciones globales no basadas en el factor económico, sino en el no económico, el que se rige por las leyes sistémicas, y plantea la sostenibilidad del sistema a largo plazo.

La Bioeconomía institucional plantea el isomorfismo con la selección de grupo para la promoción de la evolución, esto es una unidad de selección (o individuo evolutivo) como entidad biológica dentro de la jerarquía de la organización biológica (genes, células, organismos, grupos, especies) que está sujeta a selección natural, que si bien en el corto plazo puede afectar a determinados individuos, a largo plazo garantiza la supervivencia y evolución de la especie. Y es lo que importa, el progreso y el bienestar de la globalidad, aún a expensa de que algunos de los miembros no puedan sobrevivir. Esto es inevitable. Lo que no es admisible es lo contrario, el individualismo posesivo en contra del bienestar de la globalidad.

Se trata en definitiva en promocionar un altruismo cooperativo. De nuevo basado en factores no económicos, capaces de neutralizar la competición agresiva.

El devenir lógico de este planteamiento conduce a enfrentarnos de bruces ante una de las mayores evidencias de la Naturaleza, la Ley de fuerzas antagónicas o Tercera ley de Newton, a toda acción se opone una reacción, a toda fuerza se opone su antagónica para mantener estable todo el sistema. La cooperación no es la fuerza buena y la competitividad la mala. Ambas tienen que existir, como existen en la Naturaleza. Lo que no es posible es un mundo donde sólo prevalezca una de ellas. Llegaría a estallar o a detenerse por muerte térmica.

A lo largo de la lectura del libro de Mohammadian, uno se da cuenta de que está leyendo un tratado de biología aplicada a la actividad de los seres humanos. La Bioeconomía realmente no inventa nada, simplemente aplica las leyes del universo natural al universo artificial creado por el hombre, con todo lo que eso implica de renuncia a todos nuestros vicios y actitudes de individualismo posesivo. No dice, al hablar de la Bioeconomía institucional que haya que crear un nuevo organismo internacional con unos determinados estatutos, un organigrama, concreto y ordenamiento legal determinado, sino que cualquiera sea la institución de que se trate, implicada en el supuesto reparto equitativo de la riqueza, ha de ajustarse simplemente las leyes de la vida. Utopía para unos, cuestión de supervivencia para otros.

6.- Cuentas de conciencia

En capítulo 7, Mohammadian aborda la tercera parte del libro, encarando la ineludible deuda que el Primer mundo tiene contraída con los pobres y desheredados del Tercer mundo. Para ello, antes de entrar en un análisis de la cuestión, trata de preguntarse a dónde ha ido a parar los principios éticos del ser humano.

La Ética, como estudio de cómo deberíamos actuar y cuáles son los límites de nuestras acciones así como las condiciones que una sociedad debería mostrar para ser considerada una sociedad justa, es uno de los entramados fundamentales que deben afectar a las decisiones socioeconómicas. Por otra parte la Economía, definida como el arte o la ciencia de distribuir los recursos escasos para fines alternativos nos cuestiona cuáles deberían ser estos fines. Porque dejando el mercado en régimen inercial, como hasta ahora, estos fines alternativos han sido enriquecer al rico a costa de empobrecer al pobre, en base a una actividad centrada en la competitividad y sólo con un muy insuficiente control estatal respecto de la codicia extrema, con una legislación que ha demostrado ser totalmente insuficiente ante los absolutamente poderosos.

Si nos circunscribimos al breve lapso de tiempo transcurrido desde la eclosión económica de los años sesenta y el final y principio de Siglo, años en los que vivimos en el primer mundo, en el espejismo del Wellfare state (Estado del bienestar), nos podremos dar cuenta de hasta qué punto cuanto mayor ha sido nuestra riqueza acumulada, más se ha ido separando la Economía de la Ética, hasta dejar el Estado del bienestar peligrosamente debilitado por una parte y por otra la amoralidad peligrosamente reforzada. Y todo viene de la licencia aceptada por Adam Smith de que un cierto grado de egoísmo es recomendable, porque imprime iniciativa para luchar por mejorar económicamente. Así que, tomado la parte por el todo, el egoísmo se ha convertido en el principal motor de la economía. Es aquello de que en esta vida “todo el mundo va a lo suyo, excepto yo, que voy a lo mío”.

Con este principio de lucha competitiva, se ha hecho realidad la tesis de Rousseau sobre el noble salvaje que más o menos viene a decir que los seres humanos somos naturalmente buenos hasta que la sociedad nos corrompe. En lo personal diría que los seres humanos somos amorales, y que la sociedad nos impone lo que es bueno y lo que es malo premiando lo primero y sancionando lo segundo, pero cuando la sociedad dice que una cosa es buena y la castiga, y dice que otra cosa es mala y la premia, con esta anomalía corrompe a sus individuos, quienes con su corrupción reforzarán la corrupción social estableciendo así un círculo vicioso.

Así que con esta armadura amoral, hemos fragmentado el mundo en primero, segundo y tercero.

Mohammadian se detiene haciendo un repaso breve pero muy ilustrativo de la historia de la Ética desde Aristóteles, quien diferenciaba entre la actividad económica (el buen gobierno de la casa) y la actividad crematística (ganar riqueza), considerando a los que se dedicaban a esto último como parásitos sociales, carentes de virtud. Repasa las tres premisas éticas, el Derecho natural, la ganancia mutua de Hobbes y la imparcialidad de Kant. El Derecho natural basado en la naturaleza racional de los humanos que es la voz de la conciencia. La ganancia mutua puede en principio chocar, puesto que diría que ayudes a un pobre si vas a sacar también tú provecho de ello, y no de forma desinteresada. Más allá de esta lectura egoísta, se oculta el verdadero beneficio de vivir en una sociedad justa. Pero esto va más allá de un pensamiento utilitarista. La imparcialidad kantiana basada en el imperativo categórico u obligación de cumplir un mandato sin necesidad de justificación previa, induce a vivir éticamente por puro principio racional, y no como parte de una contraprestación beneficiosa.

Pero todo esto ha sido gradualmente trastocado en aras de un modelo de crecimiento continuo, hasta el punto de ser utilizada la ética como herramienta de mercado. “Si usted compra este producto “X”, un 1% de su precio se envía a los niños de Etiopía”. Esto lava las conciencias de la gente y lo compra. Ese 1%, vaya usted a saber a dónde irá realmente, si es que va a alguna parte.

Parece ser que Keynes dijo una vez en 1939 una frase, no sé si en tono gracioso “lo que es justo es ofensivo y lo ofensivo es justo, porque lo ofensivo es útil y lo justo no lo es”; pero con la tremenda repercusión que ha tenido su modelo de pensamiento, esta frase se ha convertido el paradigma de la teoría del noble salvaje: castigar lo bueno, premiar lo malo. Así que somos literalmente “nobles salvajes”, elegantemente vestidos, avariciosos, codiciosos, ladrones de guante blanco, bordeando continuamente la legalidad sin que importe para nada la moralidad.

La Bioeconomía, que trata de armonizar las dos culturas, la Natural biológica y la humana Económico – crematística, sólo puede basarse en un retorno de la Ética como principio fundamental de nuestras vidas.

La actividad cooperativa y altruista es biológicamente una constante y a la vez una paradoja. La selección natural opera en contra de la actividad cooperativa, pero en el otro extremo, la “tragedy of the commons” de Garrett Hardin (la tragedia de la mayoría), hace que múltiples individuos, actuando independientemente en su propio interés pueden en última instancia colaborar en el bien común, junto con los que sí colaboran colectivamente. Se llega a un estado asimétrico estable “equilibrio de Nash” en el que un sector coopera mucho y otro poco o nada.

El escalado de la aplicación de estos principios va desde el abordaje de las desigualdades de nuestro barrio, de nuestra ciudad, de nuestra región, nuestro país y las de nuestro Planeta.

Mohammadian se pregunta si podemos ser indiferentes a lo que está ocurriendo a nuestro alrededor e ignorar nuestra responsabilidad hacia nuestros semejantes y hacia la biosfera. Desde una ética económica más que dudosa que cambia según las circunstancias, La humanidad en el Tercer milenio no tiene más remedio que encontrar el equilibrio, la estabilidad entre cantidad, calidad y ética, es decir, se debe comprometer en su conjunto a algo más que ser un motor de rentas y beneficios.

La minoría rica de la Humanidad ha contraído una deuda histórica con el resto del Planeta. Y el resto del Planeta es el segundo – tercer mundo y la Biosfera, tratada con la misma indiferencia y desprecio que el Tercer mundo. Se habla de la deuda de los países pobres y su condonación. Pero en realidad ellos no son nuestros deudores sino nuestros acreedores y nosotros los que estamos obligados a saldar todas las cuentas de conciencia que el capitalismo salvaje ha generado.

En este tema de “la deuda exterior”, los organismos que debían velar por la equidad, son los primeros perros de presa que estrangulan a aquellos países, pues ellos son los que dictan el interés de una deuda que saben, los países pobres no pueden de ningún modo pagar. Pero eso les conduce al abismo de tener que vender sus propios recursos (quitar el pan de la boca de sus hijos) por un precio casi irrisorio, para dárselo a los hijos de los ricos. Esto es extensible a la deuda biológica derivada de la destrucción de los recursos naturales de aquellos países míseros.

Mohammadian propone el estudio de esta deuda biológica a través del estudio de la Biología de conflicto entre las naciones. El autor aquí reconoce que las desigualdades pueden ser subsanables si hay esperanza de una mejoría de las relaciones entre los países.
Según Naciones Unidas, se confirma la distribución paretiana de la riqueza. El veinte por ciento disfruta del ochenta por ciento de la riqueza. Estados Unidos con un 5% de población mundial consume el 25% de los recursos. La proporción paretiana se mantiene. Según esto, no condonar absolutamente toda la deuda externa de los países pobres aumenta casi de modo ilimitado el tremendo pecado, la inconmensurable deuda que realmente tenemos los países ricos con ellos. La situación no sabría decir si es insostenible o ridícula.
Queda, sin embargo un pequeño detalle que hace que desde dentro estos países sufran inclusive más que por el daño que reciben desde fuera. Mohammadian se refiere a la tremenda cantidad de líderes corruptos que estrangulan y masacran a sus propios conciudadanos. Primero de todo por ser ellos mismos los que permiten el saqueo de las multinacionales, aparte de sostener costosísimos conflictos civiles en dinero y en vidas humanas entre etnias enfrentadas secularmente a base de genocidios periódicos.

Otro gran negocio a costa de los pobres es la investigación médica a costa de los conocimientos de los pueblos indígenas relativos a las plantas medicinales y cepas víricas y bacterianas, con los que se desarrollan en Occidente medicina y vacunas que luego venden a aquellos países a precios insoportables, saltándose además los derechos de la propiedad intelectual. Este es un tema que no por ser desconocido para el gran público, no deja de ser un tremendo pillaje. No es nueva la apropiación de los conocimientos; pues según naciones Unidas, el 85% de la biodiversidad se encuentra en países en desarrollo, que son invadidos por agentes de empresas agrícolas y farmacéuticas con el fin de coleccionar material genético de flora y fauna, y hasta poblaciones humanas y hacerse con la exclusiva de los principios activos que, por ejemplo, hacen a un poblado indígena resistente a la leucemia. Esto es la bioprospección, que llega a ser biopiratería. Suenan más los casos relacionados con el uso de productos transgénicos. El mayor de todos estos casos es el de Monsanto y el agricultor canadiense, que vio como sus campos de soja, contaminados con soja transgénica, fue llevado a los tribunales y arruinado por “comercializar” soja transgénica de Monsanto.

Un buen sistema de propiedad intelectual, apunta Mohammadian, sería un buen comienzo de desarrollo económico para aquellos países.
Es tal la agresividad de las empresas Occidentales frente a los países del Sur, que ahora que se habla de Cambio climático, aquellas están llevando las factorías más contaminantes al terreno de estos, a fin de, encima, echarles la culpa de la contaminación.
El Cambio climático es, además, el resultado del desprecio más absoluto del “hombre civilizado”, del noble salvaje, por su propio planeta. Se pretende resolverlo, a tenor de los acuerdos de Kioto con la cláusula PPP (Polluter Pay Principle), pero es inútil, puesto que para muchas empresas es más rentable pagar la multa que invertir para no contaminar, porque sigue privando la cuenta de resultados (los factores económicos), que los factores no económicos. La verdadera solución, según Mohammadian es la PPPP (Pullution Prevention Pays Principle), recibir dividendos por no contaminar, lo que se puede conseguir con la reducción de la utilización de combustibles fósiles.

En cualquier caso, reducir la contaminación y su tratamiento a una serie de imposiciones económicas y de mercado está tan lejos de la ética, que es de nuevo una puerta abierta para la especulación de los poderosos. En realidad todo lo que sea reducir los problemas de este mundo a temas de carácter financiero es en el fondo obligarnos a jugar “en su terreno”, el de los poderosos, tiburones y especuladores; terreno que conocen perfectamente con todas las argucias legales imaginables para orillar su responsabilidad real.
Es por ello que cualquier intento de “cuantificar” la deuda biológica, humana, medioambiental en términos de trillones de dólares es simplemente una falacia. ¿Qué se consigue con eso? ¿Quién lo va a pagar? Nadie, o los de siempre, los que vienen pagándola con su sufrimiento y con sus vidas. Y los culpables seguirán fumándose sus puros en sus grandes mansiones y yates. Nada cambiará por trasladar y convertir el problema en dólares o euros con muchísimos ceros a la derecha.

Es por ello que las cuentas de conciencia del Norte respecto del Sur no se puede expresar en dinero, sino en asunción de responsabilidad, en toma de conciencia de los primeros respecto de los segundos. Sólo así estos podrán algún día emerger del océano de miseria en el que les hemos obligado a vivir.

7.- El espejismo del crecimiento económico

La Economía de la Naturaleza ha crecido de una manera muy lenta a lo largo de los evos del Planeta, pero la Economía humana, cumpliendo las funciones exponenciales, comenzó a crecer lentamente, pero en los últimos lustros ha crecido  al ritmo del 5-6 e incluso 10%. Y a esta barbaridad se le ha denominado crecimiento sostenible. A la Economía natural le es imposible crecer a este ritmo que es biológicamente insostenible. La capacidad de regeneración del Planeta no da para tanto. Se ha llegado a decir que con este ritmo de crecimiento se llegaría a necesitar, si ello fuera posible, un planeta como Marte, además de la Tierra, para satisfacer las necesidades de la Humanidad en los próximos cien años. Y este desfase entre consumo y regeneración llega al paroxismo con el agotamiento de los recursos biológicos de los países del Sur obligados a devolver sus deudas.

Una forma de saber de qué estamos hablando –refiere Mohammadian- con esta impronta medioambiental ha sido el concepto de “huella biológica” esto es, las consecuencias negativas sobre un biosistema terrestre y/o marítimo, equivalente a lo que se necesita para abastecer una cierta población, asimilar sus desechos y generar nuevos productos y servicios. En el caso de los países industrializados, esta huella es más grande que la capacidad de carga para estas zonas geográficas (el número máximo de población a la que una ciudad/país podría abastecer, dar refugio y espacios para absorber desechos. La diferencia entre huella y carga es el déficit biológico. Según Donella Meadows, el déficit de Holanda es de quince unidades (huella biológica quince veces más grande que la superficie de ese país). Un estadounidense medio, para vivir como vive, precisa de 4,85 Ha. El impacto de un bebé de este país es trece veces mayor que el de un bebé de la India.

Londres tiene un déficit biológico de 58 unidades. Como dentro de sus países es imposible satisfacer la demanda, ésta tiene que venir del Sur, por lo que esto demuestra de forma palmaria, hasta qué punto vivimos a costa de ellos, y encima les exigimos que nos paguen la deuda que supuestamente han contraído.

El crecimiento económico no hace otra cosa que aumentar indefinidamente esta huella, y hace tiempo superó el 50% de la capacidad biológica de las regiones terrestres y marinas. Un informe de WWF de 2001 indicaba que la humanidad necesitaba de media 2,2 Ha de tierra cultivable por persona para sostener su estilo de vida, mientras que el Planeta tiene 1,8 Ha por persona disponibles.

Un ciudadano de Estados Unidos necesita de 9,5 Ha. Uno de la Unión Europea, de 4,5 Ha. En América latina, 3,5. En Oriente medio, 2 Ha, y el resto del mundo (4200 Millones de seres humanos) dispone de facto, de menos de 1 ha para vivir, situándose el umbral de biocapacidad en 1,8 Ha.

Aparte de ser el crecimiento económico insostenible, lo que se sabe desde el Primer Informe al Club de Roma, hace 36 años, resulta que para entendernos, cada unidad de crecimiento que disfrutemos nosotros resulta ser imputable a un incremento directamente proporcional en el sufrimiento de aquellos que no alcanzan ni de lejos el umbral  de supervivencia. En otras palabras, si la lectura amable de nuestro crecimiento económico, de nuestro PIB se leyera en términos de incremento proporcional de la pobreza de los más pobres, a lo mejor a alguno de nosotros se le congelaba la sonrisa al ver las cifras.

El crecimiento económico de nuestros países del Norte es la mejor expresión del saqueo indiscriminado y vil de nuestro Planeta y de sus habitantes.

Y luego está la inmensa deuda histórica contraída por el comercio de esclavo, la más miserable de las actitudes humanas, la más despreciable y condenable. Si uno lo piensa bien, nuestro orgullo tecnológico y económico se basa en la ilimitada capacidad del ser humano de generar sufrimiento y miseria en los más pobres de los que aprovecha hasta su sangre.

8.- El desarrollo entrópico

En capítulo 8,  dedicado al proceso de desarrollo bioeconómico, Mohammadian aborda la alternativa a todo lo anterior, considerando el desarrollo como un proceso holístico, sistémico, que comprende tanto los aspectos económicos como social, biológico, ético, ambiental y cultural. El fundamento radica en el balance entre el óptimo biológico y socioeconómico.

La sostenibilidad biológica obliga al uso frugal de los recursos no renovables al tiempo que se mantiene exquisitamente la capacidad de regeneración de los renovables. Es imperativo asegurar que los desechos humanos no excedan la capacidad de absorción y autodepuración ambiental. Y en suma, aplica una coevolución de ambas actividades, la humana y la de la Naturaleza. Es el modelo de Economía de Tercer Camino.

El modelo de desarrollo actual exige un consumo espectacular, astronómico de energía. Esta energía debe ser el excedente después de haber satisfecho las necesidades básicas de toda la Humanidad, no acosta. En palabras de Kofy Annan, el desarrollo económico ha sido desarrollo sólo para unos pocos y suma pobreza para el resto de los seres humanos.

La persona debe pasar de ser un agente económico para ser sujetos libres y con necesidades básicas y afectivas.

El desarrollo bioeconómico obliga a sentarse a la mesa de negociación y disfrute al sector necesitado, y además depende de un diseño de abajo –arriba en tándem con la iniciativa civil.

El modelo bioeconómico se fundamenta en la gestión sobre la base de los principios de la termodinámica. Es decir, tenemos que ser consciente que estamos sometidos inexorablemente a la Ley de la entropía. Ignorarlo, como lo hemos hecho es simplemente suicida.
El sistema socioeconómico, para que sea sostenible por unidad de tiempo, tiene que proporcionar un beneficio positivo para poder justificar el desgaste energético  y el aumento de entropía.

Es decir, mantener las estructuras y funciones actuales de la sociedad es a costa de consumo de materia y energía e incremento de entropía, desorden. Neutralizar el desorden que la propia actividad genera, requiere un consumo adicional de energía para restituir el desorden generado. En condiciones de estabilidad, el balance de entrada y salida es cero. En fase de crecimiento de un ser vivo, el balance entrada y salida y consumo energético es positivo, entra mucho más de lo que se degrada. En fase de envejecimiento, el balance es negativo, las estructuras y la fisiología son incapaces de mantener el nivel de orden interno, con lo que el exceso de energía necesario para mantener el estado estable no es suficiente para neutralizar el desgaste. La cuestión es que hay que tener en cuenta que el entorno no es una fuente inagotable de recursos, de modo que la capacidad de sostenibilidad de los sistemas depende de la capacidad de regeneración del macrosistema global. La sostenibilidad es por tanto una proposición a largo plazo que implica no solamente la eficiencia del sistema productivo (objetivo a corto), sino la adaptabilidad del sistema a futuros cambios (objetivo a largo), que suele estar en función de la oferta de recursos del entorno. La capacidad de adaptación a los recursos disponible es la diferencia entre la vida y la muerte. Y la primera consecuencia de esta gran verdad es que el crecimiento ilimitado es física, biológica y matemáticamente imposible. Se quiera o no, se acepte política, social y económicamente o no, los sistemas que alcanzan la plenitud, el resto de su camino es hacia la degradación, la escasez y el envejecimiento, salvo si disponen de recursos para regenerarse a sí mismos. De hecho las sociedades actuales no son las que existían hace cincuenta años. El código genético se transmite de padres a hijos, de sociedades padres a sociedades hijas.

Si el modelo de desarrollo económico no es holístico, no es sistémico, esto ni se entiende y desde luego no se acepta. Pero si es holístico, sistémico, esta realidad es tan evidente que nadie en su sano juicio la puede cuestionar. No hay incertidumbre respecto al devenir de los acontecimientos, ni problema en aceptar que tras épocas de crecimiento vendrán periodos menos agradables y de restricción.

El modelo de desarrollo holístico no sólo es cuantitativo, sino cualitativo, lo que permite conocer mejor la evolución prospectiva de todo el sistema, pues las variables no son solamente de cantidad, sino de calidad de los bienes, que refleja si realmente la eficiencia del sistema se mantiene estable o varía. Y además, se percibe mejor los continuos cambios del sistema que obliga a fijar nuestras metas en función de la disponibilidad de uso de los recursos disponibles.

9.- El capital social

Los recursos no son considerados bajo el enfoque sistémico como insumos, sino también como gasto, como consumo del sistema global. Y el capital social, entendido como el conjunto de todos los activos y pasivos de la sociedad, que varían constantemente durante la vida social, es uno de los bienes más preciados. Ignorarlo como lo hemos hecho está poniendo en entredicho nuestras generaciones venideras. Mohammadian se pregunta si tendrá la Humanidad reserva de capital social necesaria para cumplir los requisitos del proceso de sostenibilidad. Y la respuesta es “no”.

A nivel macroeconómico, a pesar del crecimiento económico del primer mundo, éste también sufre el zarpazo de la pobreza en un sector propio que sufre de igual modo que sus homólogos del tercer mundo. Sumados todo este sector, su imposibilidad de acceder al crédito le incapacita para poder desarrollar su vida con normalidad.

A nivel microeconómico, en muchos países no desarrollados, la pobreza está infiltrándose hasta en la minoría asalariada dado que no es capaz de gestionar sus propias necesidades.

A nivel de política internacional, los regímenes arancelarios hacen imposible la competitividad de los productos de los países pobres en los mercados mundiales.

A nivel ambiental, todo el éxito tecnológico del ser humano, se ha ido por el desagüe al ser incapaz de controlar el deterioro ambiental provocado.

En Política social, se está transformando el poder de la mano de obra en poder intelectual, con una capacidad productiva muy superior a la mano de obra o al capital. Esto cuestiona la fuente de empleo en el futuro. La propuesta de la Bioeconomía es la promoción del autoempleo y la autarquía, así como la promoción de sistema de aprendizaje que permita a la gente ser más autosuficiente en varias tareas y sistemas de salud con cobertura universal.

Otro elemento crítico para la sostenibilidad es el gobierno democrático. Bajo regímenes dictatoriales el futuro está literalmente condenado al sufrimiento de la población, la sociedad, literalmente invertebrada, no es capaz de desenvolverse por sí misma.
En suma, el Capital Social ha de ser entendido como la red de contactos personales capaz de promocionar en la sociedad los factores no económicos intangibles que den robustez a la Ética humana. Es un conjunto de plataformas que permiten el desarrollo de los individuos y la cooperación entre ellos. Crece y se refuerza con el uso y la experiencia; pertenece a la Comunidad, y no a los agentes financieros. Refuerza las señas de identidad, está al servicio de la Comunidad y se complementa con otras formas de capital para resolver los problemas. Tiene valor instrumental y valor intrínseco. Y además, es capaz  de proteger a la sociedad de elementos indeseables y corruptos, saca a la luz las operaciones fraudulentas.

Estamos hablando de potenciar la vertebración de la sociedad civil, de los lobbies ciudadanos y su iniciativa creadora. Es la acción humanitaria.

Que todos estos elementos sociales tengan una acción positiva tienen que ver con estar integrados, embebidos en la actividad económica, concepto de embeddedness.

La revolución industrial se produjo de espaldas al capital social, al sentimiento y emociones de la gente, y nos sumergió en el escenario del capitalismo salvaje, en la desconfianza y el menosprecio de los demás. Esto ha hecho que toda la vida social y las relaciones humanas se basen en la desconfianza. No damos un solo paso en relación con alguien que no sea nuestra familia (y ni eso), sin papeles que justifiquen cada transacción, porque todo el mundo piensa que el otro va a tratar de engañarle. Recibos, facturas, albaranes, certificados, justificantes, etc. Hacen que nuestra vida sea tan sólo papeles que justifiquen que no hemos engañado y que somos quienes decimos ser.

El propósito de la Economía del Tercer Camino es reconciliar los intereses de los individuos frente a los intereses de la Comunidad.
En este sentido, es necesario que las iniciativas de abajo arriba, promovidas por la sociedad civil, tengan su equivalente en las iniciativas de arriba hacia abajo. Según el gran economista peruano, Hernando de Soto, tres son los condicionantes imprescindibles para el desarrollo social y económico de los pueblos, promovido desde las instituciones del Estado. El primero es la paz; un país en guerra bastante tiene con resolver el conflicto y la sangría de vidas humanas que origina la guerra. El segundo es la Ley; sin establecer las reglas del juego social, no es posible que el Estado garantice un mínimo de libertades, derechos y obligaciones de los ciudadanos, de modo que el ciudadano pueda fiarse de sus instituciones. Y el tercero es el crédito o sistema de confianza entre el sector bancario y los ciudadanos que permita dar recursos económicos para el desarrollo de la actividad humana. Así pues, el desarrollo de iniciativas de convivencia ha de ser bidireccional para que el resultado final sea posible y creíble, para que el clímax socioeconómico, dentro de las leyes termodinámicas sea posible.

10.- El octavo principio


En el capítulo 9,  Mohammadian aborda los cambios del comportamiento social como motor de todo el proceso de transformación.
A veces los individuos, “motu proprio” actúan solidariamente y no guiados exclusivamente por sus intereses personales. Sólo hay que ver la movilización social que se produce ante las emergencias que periódicamente azotan determinados rincones del mundo afectados por terremotos, hambrunas, guerras o demás infortunios masivos.

La actividad bioeconómica del Tercer Camino sobrepasa la actividad comercial estrictamente capitalista. El sentido comunitario y humanista de la Bioeconomía es “postcapitalista”. Es una Economía en Red, un espacio de cooperación y no de rivalidad. Es un espacio donde no sólo impere el objetivo de maximizar beneficios. A esta actitud Mohammadian la denomina “Racionalidad bioeconómica”, basada en los siguientes principios.

El primer principio es el enfoque biológico de la realidad humana, planteamiento sistémico, holístico, regido por las leyes que gobiernan el mundo natural, que querámoslo o no, también nos gobiernan a nosotros.

El segundo  principio es la importancia de la Cognición, o la facultad de los seres humanos de procesar información a partir de la percepción, el conocimiento adquirido y características subjetivas que permiten valorar y considerar ciertos aspectos en detrimento de otros. Ambos principios son fundamentales para superar el planteamiento lineal y simple de la vida. La vida es un inmenso sistema de comportamiento no lineal y complejo, que muestra un atributo inquietante, que es la “complejidad dinámica”, por la que el comportamiento a corto plazo es diferente al comportamiento a medio y largo plazo. Esto confunde y arrasa planteamientos cortoplacistas como soluciones a los problemas, a lo que estamos tan habitualmente acostumbrados.

El tercer principio es atribuir la importancia que merece los valores ambientales, culturales y éticos cara a alcanzar la tan ansiada sostenibilidad.

El cuarto principio es la importancia capital de los factores no económicos, véase la motivación, la ilusión de la gente por el trabajo, el afecto, la solidaridad. Recuerdo que una vez, en una clase del máster de Economía de la Salud, salió a colación cuál era el motor, la energía de una empresa. La respuesta general fue, lógicamente, el dinero, el capital. La mía fue “la motivación de la gente”, las razones que te impulsan a levantarte cada mañana para ir a trabajar. Esa es la auténtica energía de una empresa.

Es de importancia capital el quinto principio, el diálogo, la comunicación de las personas, la ética comunicativa.

El sexto principio es volver a recuperar de alguna forma “el valor intrínseco” de los bienes y servicios frente al “valor de cambio”. No puede ser que el valor de las acciones de una empresa se revaloricen de la noche a la mañana un 40% o caigan un 40% por un mero movimiento especulativo; o un terreno que hoy es rústico y vale diez, mañana por la firma de un alcalde pase a valer mil. El valor de cambio es importante, pero no se puede olvidar el valor intrínseco, el valor  de uso, la utilidad personal o social de un bien o un servicio, más allá de la puja que se quiera hacer por él. Lógicamente es mucho más fácil hacer una evaluación económica por coste beneficio, donde numerador y denominador son unidades monetarias, que un análisis por coste utilidad, donde hay que devanarse los sesos para cuantificar el grado de utilidad de un bien. Pero es la utilidad la que da sentido a la oferta de un determinado bien, y no el beneficio económico conseguido gracias a las ventas conseguidas por una astuta campaña publicitaria, de las que consiguen venderte el aire que respiras.

El séptimo principio es el reforzamiento del sentido de pertenencia al grupo o a la organización, sentir que lo que te une a la empresa es algo más que el sueldo que recibes a fin de mes.

El octavo principio es el reconocimiento de la falsedad de la racionalidad de la teoría neoclásica, y descartar que las gentes no se mueven exclusivamente por motivos estrictamente egoístas y personales; que existe un sentimiento comunitario que ciertamente está aletargado porque se nos obliga a luchar con uñas y dientes para conseguir un puñado de dólares para sobrevivir.

La Economía ha desarrollado modelos muy elaborados de elección racional. Hay toda una teoría de la demanda, qué motiva a la gente a comprar, se ha elaborado curvas de indiferencia, la teoría de la utilidad marginal, la curva de demanda, modelos de frontera no paramétrica y todo esto en relación a la teoría de la oferta, de la elasticidad de la renta, y muchas formas de medir la demanda y escudriñar las motivaciones del consumidor, el coste de oportunidad, etc. Y todo esto dentro de un ilusorio “mercado perfecto” que ni ha existido, ni existe, ni existirá; pero parece como si toda la teoría económica se basada en esta quimera.

Con todo este arsenal teórico, al ser humano se le ha catalogado de racional si actúa de modo egoísta, en su propio beneficio, y de irracional si actúa de modo solidario y altruista. El mercado entiende el comportamiento egoísta, se ajusta a él y establece sus leyes según esta tendencia “racional”, pero ni entiende ni acepta un comportamiento solidario ¿estamos locos o qué?
La base de la racionalidad bioeconómica es la teoría de juegos de Von Newman orientada a la racionalidad colectiva y estratégica que favorece el bienestar colectivo, que es el conjunto de la sociedad.

Aquí Mohammadian formula una verdad absoluta. Si la racionalidad neoclásica fuera cierta, y toda actuación requiere una condición previa, un yo aporto si algo gano, entonces, cómo es posible que haya tanta gente que se entrega sin condiciones a trabajos de voluntariado como Médicos Sin fronteras, Cruz Roja, Madre Teresa, Cáritas y tantas y tantas actividades donde la gente aporta tiempo, trabajo, dinero y esfuerzo para colaborar en un bien social sin recibir nada crematístico a cambio. Según el modelo neoclásico, este es un comportamiento ridículo, absurdo, de locos. Pero gracias a Dios, este comportamiento existe, se da y cada vez con más intensidad.
Se está generando lenta pero constantemente una red de relaciones humanas que se mueve y actúa por el octavo principio, porque la gente, si se la deja expresarse con libertad, resulta que está harta de ser esclava de un mundo economicista que se mueve exclusivamente por el interés egoísta y  con total desconfianza entre unos y otros.

¡Ay, si las personas pudieran liberarse de la esclavitud del dinero!

Tenemos que empezar a dudar en el poder absoluto del mercado como única forma de resolver los problemas de la Sociedad. No es cuestión de demonizarlo, porque si es verdad que ha actuado bien en la generación de riqueza, no es menos cierto que  ha fracasado estrepitosamente en el reparto de esa riqueza.

Tenemos que desterrar definitivamente esa “mano invisible” que se supone autorregula el mercado. No existe tal quimera. Lo que sí existe es el empeño individual y colectivo de mejorar las cosas. Y hemos de tener fe en ese empeño para encontrar soluciones. Es el “yes, we can” de Barack Obama.

Tenemos que reorientar la revolución cultural que ha sido manipulada y empujada por factores nocivos y destructivos del sentimiento humano.

Hablábamos de cómo todo este abanico de buenos deseos han de ser progresivamente difundidos a través de iniciativas  bidireccionales, de abajo hacia arriba, partiendo de la iniciativa colectiva de la sociedad civil, y de arriba hacia abajo, partiendo de las instituciones del Estado. Es importante la paz, la Ley y el crédito para que todo esto sea posible, para proteger a los consumidores sencillos e ingenuos de los caprichos de los especuladores y manipuladores de los “mass media”.

Que este planteamiento sea posible, no requiere que absolutamente toda la sociedad lo vea claro y aposte por este cambio trascendental y vital de paradigma. Los grandes árboles, como las sequoias nacen de una simple semilla, que eso sí, tiene que morir para que prenda en tierra buena, hinque sus raíces y comience a crecer y a fructificar. Trasladada esta conocida parábola a la sociedad, la semilla hay que traducirla por “número crítico” de personas que crean, apuesten y estén decididas a trabajar para difundir la idea, el modelo y comenzar el cambio de paradigma. La buena noticia es que este número es tan sólo el uno por ciento de la población. Y la otra buena noticia es que la Sociedad está repleta de gente formidable que porque vive atemorizada por no llegar a fin de mes, no puede o no sabe cómo expresar estos ideales.

11.- La Red

Dicen los sabios que cualquier persona está separada de cualquier otra del resto del Planeta por tan sólo seis contactos. Si yo quisiera hablar con el presidente Obama, necesitaría, en el peor de los casos generar una cadena de contactos de seis personas hasta llegar a él. Esto significa que la red de relaciones humanas es en realidad más tupida, más densa de lo que nos imaginamos.

Es lo que en el Capítulo 10, Mohammadian trata de explicar, que vivimos en una red de pequeño mundo. La Naturaleza dispone por otro lado de su propia red de comunicaciones que mantiene interrelacionados todos los elementos vivos y físicos del Planeta, provocando en ocasiones el famoso efecto mariposa.

Lo que importa ahora es la sincronización entre ambos sistemas, el biológico (natural) y el humano (artificial).

¿Pueden los humanos generar una red económica a semejanza de la red económica natural? Se plantea Mohammadian.

La síntesis, la integración de ambas redes puede hacer que gracias a la cognición, el segundo principio, el componente biológico se mantenga por la red de relaciones entre el hombre y la Naturaleza y la parte social, gracias a las relaciones afectivas no económicas por la red de competitividad y cooperación colectivas. Esto supone un fluido intercambio de tres elementos por la Red, materia, energía e información.

Los productos de intercambio por la Red tienen tres atributos de valor. Uno es el valor intrínseco (utilidad); otro es el instrumental (por el consumo) y el tercero es el de sincronización (depende del número de personas al que llega). Al no conocerse los productores y los consumidores, la importancia de la Red es capital.

El soporte de información de la Red está ya establecido y disponible. Se llama Internet. No tiene un centro de control, es por tanto complejo y difícil de controlar. Sin embargo, grandes poderes mediáticos son capaces actualmente de mover de modo especulativo más del 95% de las transacciones bursátiles que suponen unos mil billones de dólares diarios; y ello, sabiendo manejar con astucia los rumores. Los especuladores saben que la guerra psicológica no se usa sólo en el campo de batalla militar. La difusión de mensajes de decepción, que atemoricen al enemigo pueden provocarles efectos demoledores, con lo que las acciones de bolsa pueden bajar o subir al capricho de determinados agentes demoníacamente preparados para fagocitar, destruir, partir y fusionar empresas. A fin de cuenta, en el extremo, la Economía se mueve por estados de ánimo.

La teoría de redes se basa en la topología y patrón de relaciones de sus elementos. La topología habla de nodos, las distancias entre ellos y el número de conexiones primarias y secundarias. Una de las topologías más efectivas son las redes en clusters (racimos) o concentraciones geográficas de subredes. Los patrones hablan de número de mensajes y su distribución en el tiempo. Uno muy conocido es el patrón de llegada de Erlang, sobre el que se diseñaron las centralitas telefónicas a comienzos del Siglo XX. Aparte están los contenidos.

La Red bioeconómica de comercio, para contrarrestar las perversidades que la red actual muestra, tiene  dos objetivos básicos. El primero por el motivo, el segundo está relacionado con sus funciones.

Por una parte está como motivo, la inclusión en la red de factores de motivación “no económicos” (cooperación, confianza y reciprocidad), lo que aproximaría a productores y consumidores. Sería como cambiar la relación basada en el contrato mercantil de provisión y pago, por el de “alianza” entre dos o más para lograr un objetivo común. Los objetivos entre ambos, productor y consumidor deben aproximarse, ser más afines y favorecer “comunidades de práctica” donde el intercambio de materia, energía e información va más allá de la compra y venta.

Podrían productores de un país del Sur, solidarizarse con otro de otro país de su entorno y a su vez estos con otros más. Por otro lado, una conexión más directa entre ellos disminuiría la cadena de contactos y eslabones intermedios, lo que repercute directamente en el precio inicial, al disminuir proporcionalmente el valor añadido de cada paso intermedio. Y por último está la repercusión en el consumidor. Al principio podría ser alto, pero en la medida en que la red de comercio creciera, se irían creando economías de escala.

El resultado de todo esto es convertir la “mano invisible” (y realmente inexistente) encargada de practicar la virtud pública del bienestar comunitario, en una mano visible que promueva una actividad socioeconómica igualitaria y justa. Sería la “tercera entidad” añadida a la entidad productor y consumidor, que materializaría la estructura de la Economía del Tercer Camino.

Por la red, además de materia y energía circulan datos que se convierte en  información, y esta puede transformarse, si se quiere, en “conocimiento”. Es esta energía inagotable, la que configurará las naciones de este Siglo XXI.

La transmisión de información requiere dos condiciones, la primera confiar. El que transmite tiene que arriesgarse a compartir lo que sabe. La segunda es escuchar. El que recibe tiene que saber interpretar los mensajes y obrar dentro de ese clima de confianza mutua. Sin este clima las comunicaciones se convierten en un arma protegida por todo tipo de medidas de seguridad.

12.- El derecho a tener un sueño, una visión

Se nos ha hecho creer que en el fondo cualquier iniciativa de los humanos se centra en ganar dinero, el bien, el producto, el servicio que se preste, eso es valor añadido. En otras palabras se monta un negocio de guardería, no para acoger a los niños de padres que trabajan, sino para ganar dinero atendiendo a gente que necesita ese servicio, pero no porque necesita este servicio.
Es el modelo reduccionista basado en el egoísmo.

En el capítulo 11, Mohammadian abre las puertas al derecho de tener una visión de futuro, un sueño de que el mundo puede ser de otra forma.

Pero el problema que refleja el autor es el mismo que enuncia Dee Hook, que lo problemático no es cambiar de modelo mental, sino saber desprenderse del antiguo, tanto más cuanto, como es el caso de la Economía neoclásica, ha dado tantísimos beneficios a la clase dirigente y a los poderosos de Occidente, que son los que manejan los hilos del sistema. Sería de idiotas renunciar a un modelo que les ha convertido en inmensamente ricos. Para ellos, el modelo actual es simple y lineal y centrado en la innata debilidad humana del egoísmo; va a favor de la corriente instintiva de los humanos. Es hijo del pecado original. ¿Qué más se puede pedir para que funcione? Va a favor de la entropía, luego sólo hay que dejarle andar, que va sólo.

La teoría neoclásica representa y expresa, premia y favorece lo peor del ser humano, su avaricia, su soberbia, su egoísmo. Ha creado una feria de vanidades, con alfombra roja, en la que sólo tienen cabida los pudientes y potentados, mientras la inmensa mayoría de queda afuera, esperando le echen las migajas de los perros. Es decir, ha conseguido crear un falso espejismo de riqueza que sólo la disfrutan una pequeña proporción de privilegiados (dos de cada diez humanos, como mucho), entre la que nos encontramos. Ha creado una isla de riqueza en un océano de miseria.

Pero la vida es lo contrario de este planteamiento, es no lineal y compleja, va en contra de la entropía, es una lucha constante contra el caos, razón por la que necesita aplicar una consciente voluntad de mantener el “estado estable”, la sostenibilidad.

Y esto requiere un esfuerzo de concienciación colectiva. Pero como decíamos anteriormente, no se necesita de entrada dicha concienciación colectiva, sino una masa crítica. El concepto de masa crítica, extraído de la física de fisión nuclear refiere al mínimo número de personas (o porcentaje de población) que haría falta para que esa masa se convirtiera en una máquina de Von Newman y activase una difusión social de la idea de modo exponencial.

El slogan de la Bioeconomía es “de uno según su riqueza a uno según su necesidad”.

La visión es conseguir algo parecido a la Medicina tradicional, con una relación médico paciente estrecha y basada en la confianza, y no como la Medicina actual totalmente tecnificada donde no se tratan pacientes sino órganos enfermos y en un ambiente impersonal de desconfianza amenazado de denuncias y con severas medidas de seguridad de la información.

La base filosófica de esta idea es la de reconocer que la vida está siempre lejos del equilibrio, y que un gran esfuerzo consigue mantenerse dentro de márgenes estrechos de estabilidad, y sujeta a continuas perturbaciones externas. No estamos por tanto proponiendo un mundo ideal y cómodo, todo lo contrario. Pero sí el de que toda la energía que gastamos en competir violentamente unos con otros, esa misma, la canalicemos en cooperar unos con otros.

El concepto de sostenibilidad se ha debatido en muchos foros, pero realmente no se ha llegado a conclusiones ejecutivas, por una parte por no entender el concepto bien y por otra parte, por la oposición de aquellos sectores directamente responsables de la insostenibilidad. Pero como decíamos al exponer los principios de la termodinámica de procesos irreversibles, la sostenibilidad consiste en conseguir un régimen de actividad humana y de consumo que permita mantener el orden estructural y funcional de la humanidad en su conjunto, siendo este orden estructural y funcional el adecuado a la capacidad de regeneración y reciclaje de los recursos que nos ofrece el Planeta. Este es un concepto que requiere pensamiento sistémico y planetario. Esto no es negociable. Es un concepto holístico.
Hablar de sostenibilidad requiere ser conscientes de que no necesariamente será posible un desarrollo sostenible, sino que siempre existirán límites a ese desarrollo.

La sostenibilidad depende de una serie de factores. Por una parte de variables independientes y dependientes. Por otra de factores próximos y últimos. Y por otra de los conceptos de estabilidad y elasticidad.

Es preciso ser conscientes de qué variables del sistema son dependientes y cuáles son independientes. Estas últimas son ajenas al comportamiento del sistema y determinarán y pondrán los límites al crecimiento sí o sí, que son la disponibilidad de recursos no renovables. Las variables dependientes son aquellas que dependen del sistema, sobre las que el hombre puede actuar.

Fundamentalmente tenemos a la tecnología, capaz de hacer brujerías para sacarle el mayor rendimiento a los recursos,  la regeneración de los renovables y el reciclaje de los residuos. Esto, por otra parte se conoce y está estudiado, pues obedece a dos leyes, la de rendimientos decrecientes y a la de rendimientos de escala, cuando se produce un significativo cambio tecnológico. Es lo que se está esperando con la esperada disponibilidad de la energía de fusión nuclear en el plano energético.

Respecto de los factores próximos y últimos, los próximos  son los relacionados con el capital monetario y la tecnología, y los últimos son el respeto a la propiedad privada, el imperio de la Ley, la estabilidad política y la presencia del capital social.

La estabilidad y elasticidad están asociadas a la resiliencia o capacidad de de adaptabilidad a nuevas circunstancias, saber reaccionar ante las adversidades y salir reforzado, recuperando los valores estables tras el impacto del problema.

El sistema humano debe estar alineado con el sistema natural, debiendo conocer y actuar conforme  a los ciclos de la Naturaleza y no de espaldas a ellos. La interacción entre ellos genera cambios en ambos que en condiciones normales suelen ser incrementales y progresivos, pero sobrepasado cierto umbral “sobrepasamiento” (Overshoot) los sistemas llegan a alcanzar un estado crítico denominado de bifurcación o catástrofe, que Rene Thom, padre de la teoría del caos, lo explica muy bien.

Por todo ello, una de las actitudes imprescindibles del planteamiento bioeconómico es la visión prospectiva a largo plazo. Estamos obsesionados actualmente con actitudes cortoplacistas, donde se obliga a los agentes económicos a realizar beneficios no por ejercicios fiscales, sino por trimestres, dentro de una incertidumbre total sobre cómo evolucionará el mercado a seis meses o un año vista. Esto es insoportable y muy peligroso, pues no queda capacidad de reacción estratégica.

Dentro de esta incertidumbre, los países desarrollados y ricos, resulta que lo son en la medida en que sigan creciendo. La recesión, la deflación y por supuesto, la depresión son inadmisibles. Esto es, la Economía capitalista no se puede permitir el lujo de “estabilizarse”, de dejar de crecer y fluctuar dentro de niveles de renta estables. Tiene que crecer y crecer. Está condenado a un desarrollo sin límite, porque así está diseñado el sistema.

Esa necesidad de crecer y crecer obliga a producir y producir… lo que sea con tal de obtener beneficios. Con ello, se ha desarrollado un sector económico de “lo superfluo”, productos inútiles, caprichosos o suntuosos, de ningún modo necesarios y en ocasiones ni convenientes para el bienestar de la gente, pero que gracias al marketing, inducen necesidad y demanda, y así crecer y seguir creciendo. “Más es mejor que menos”, es la idea que subyace en la función de compra en Occidente. Cuando la flora tiene exceso de nutrientes, en vez de semillas y frutos, desarrolla raíces y grasa.

La Economía de Tercer Camino acepta las épocas de recesión, no como un desastre, sino como una etapa natural de los ciclos económicos, tan natural como las de expansión y crecimiento. Según las posibilidades de gestión del Planeta, podrá haber etapas de crecimiento y otras de decrecimiento, que entrambas configuran un ritmo estable sinusal que responda no a la necesidad imperiosa de crecimiento por el crecimiento, sino de satisfacer las necesidades humanas en cada momento.

La Economía del Tercer Camino acepta el capitalismo empresarial en una actividad mutualista que impida en lo posible la creación de monopolios y monopsonios. Una economía neoliberal tutelada por intervenciones del gobierno cuando sea necesario para asegurar los derechos de los trabajadores, pero que no sea dirigista. Hay que evitar políticas de subsidios.

Hay que potenciar la iniciativa privada del emprendedor, favoreciendo tanto la competitividad como la cooperación, pero en ningún caso la inhumana asimetría de la riqueza. Primero porque es inherentemente injusto, y segundo porque psicológicamente, una vez satisfechas las necesidades básicas de déficit y superávit, el exceso de riqueza no trae más felicidad, sino más preocupaciones. Porque feliz no es el que más tiene, sino el que menos necesita.

Y no se puede dejar de mencionar el tremendo papel del liderazgo. El líder tiene la gran responsabilidad de compatibilizar en su organización los factores económicos y no económicos de cooperación y coparticipación. Peter Senge habla de las cinco disciplinas de la empresa inteligente. La primera es el dominio personal, la visión personal de la vida, lo que te motiva para trabajar, tu capacidad de resiliencia. La segunda es la visión compartida de toda la organización, todo el colectivo alineado hacia un objetivo común. La tercera es el aprendizaje en equipo, no individual, sino como grupo, como organización, considerando esta como un ser vivo capaz de aprender y mejorar habilidades como tal. La cuarta es la capacidad de adoptar nuevos modelos mentales, sabiendo renunciar a modelos que te han servido hasta ahora, pero que ahora son la causa de los problemas. Y el quinto es el pensamiento sistémico, la visión holística de la realidad. En todo este desarrollo de disciplinas, el líder tiene la gran responsabilidad de favorecer el ambiente para que todas ellas puedan desarrollarse ampliamente.

Lo que Mohammadian propone con este paradigma, al igual que todos los expositores que junto a él han predicado este modelo, más parece una utopía inalcanzable que una hipótesis creíble. Es una visión. Como dice él, al concluir este interesantísimo libro, citando a Boltzman, “soy muy consciente de estar luchando débilmente contra el torbellino del tiempo”; y a Don Quijote, “¿quién es el loco, el mundo porque se ve a sí mismo como es, o yo porque lo veo como podría ser?”

Conclusión

Al terminar de leer esta obra maestra, me doy cuenta de que el planteamiento de Mansour Mohammadian no es la de un nuevo modelo económico, con sus fórmulas, sus indicadores, sus medidas financieras, etc. Es una nueva visión de la vida humana y sobre todo el espaldarazo de aquellos que como yo somos seguidores de la filosofía perenne, aquella que reconoce una divina realidad en la vida de los hombres. Sin ánimo de hacer ninguna propaganda de tipo religiosa, reconocer que la vida del ser humano es algo más que la satisfacción de los deseos materiales, y que existe una realidad más allá de las cosas, y que el Derecho natural y la Ética son algo más que una idea filosófica, sino que realmente son el factor de motivación esencial de la vida, una vida íntimamente ligada al entorno natural en el que hemos sido colocados en este Planeta, es la clave para que los ideales expuestos sean posibles, y con ellos la propia vida del ser humano en este Planeta.

Algo se mueve, no obstante. Como decía Einstein “En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.

Y continúa…

“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura.  Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar 'superado'.  Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia.  El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”

Vivimos en un momento que es histórico por muchas razones. La primera porque se está cumpliendo un ciclo completo en Occidente de guerra, paz, prosperidad y abundancia. Siguiendo el ciclo ahora toca la decadencia, tras la decadencia el desorden y…
Esto es una seria advertencia. Pero por primera vez, la Humanidad tiene recursos para romper el ciclo y evitar que nos hundamos en los abismos de la guerra, de nuevo. Si supiéramos llegar a las conciencias de la gente, descubriríamos el inmenso clamor de que lo que propugna la Bioeconomía sea una realidad, y cuanto antes. Pero…, siempre hay un pero. El pero lo ponen los poderosos de la Tierra, aquel cinco por ciento que acapara el 90% de la riqueza y controla el cien por cien. Ellos, cegados de avaricia, no se van a dejar arrebatar el trono, y para ello van a ser capaces (siempre lo han sido) de montar todo tipo de operaciones absolutamente inmorales.

Todos los imperios se sustentan en grandes delitos y en absolutas corrupciones, o como dice John Acton, “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Yo creo que el modelo de Economía de Tercer Camino puede superar sin problemas la teoría neoclásica y el neoliberalismo. El obstáculo fundamental es ese mínimo sector de la sociedad que es inmensamente rico (y la constelación de agradecidos servidores que les rodean), que no se van a dejar arrebatar el poder, tan inherente a ellos como su propia vida y que tienen organizado este negocio de los seres humanos en torno a Smith, Ricardo, Mills y Keynes, los padres de la Economía.
Honestamente, creo que el camino no va a ser fácil. Una vez aprehendida la filosofía que subyace a la Bioeconomía, queda un largo camino de despliegue de iniciativas erizada de dificultades. Pero tenemos a nuestro favor nada menos que a Gaia, a nuestro Planeta y al conjunto de leyes sistémicas. Y una certeza. A estas alturas de la Historia las amenazas a nuestro sistema de vida son tan grandes, son tan serias, que mantener el modelo actual sólo tiene un final que más vale ni siquiera imaginar.

Pero ellos son tan necios que ni quieren, ni saben, ni pueden verlo.

Sólo un ataque desde todos los frentes podrá detenerles en su suicida carrera hacia la destrucción de lo que queda en pie.

El desafío es muy difícil, pero resulta que es cuestión de supervivencia de todos nosotros y de las generaciones venideras con las que, igualmente que con las naciones que viven en la pobreza, tenemos una deuda que estamos obligados a saldar.

*
José A. Delgado.

lunes, 1 de noviembre de 2010

1.- Leyes sistémicas

Vamos a abordar ahora el segundo de los pasos, las leyes sistémicas.
Empecemos por el concepto sistémico de "fuerza".


Fuerza: acción entre dos cuerpos que cambia o tiende a cambiar cualquier relación física entre ambos. Vigor, potencia, capacidad de acción o de resistencia física o moral, actividad, energía, intensidad.
 

En el mundo físico se denomina fuerza a cualquier acción o influencia capaz de modificar el estado de movimiento de un cuerpo, es decir, de imprimirle una aceleración. La aceleración que experimenta un cuerpo es, por definición, proporcional a la suma de las fuerzas (o fuerza neta) que actúan sobre él. La constante de proporcionalidad entre la fuerza neta y la aceleración se denomina masa inercial del cuerpo. Estas dos afirmaciones se resumen en la Ley Fundamental de la Dinámica o Segunda Ley de Newton:
Estas definiciones de fuerza son importante tenerlas en cuenta porque suponen la base de mi argumentación de lo que sigue.
Los seres vivos y las comunidades humanas se mantienen operativos mediante el delicado balance entrada y salida del denominado estable. Y en general, el balance se establece mediante la neutralización de fuerzas básicamente opuestas. El predominio absoluto de una de ellas llevaría al desastre total. Por ejemplo, si en el organismo el sistema simpático predominara totalmente respecto del parasimpático, o al revés, la vida sería totalmente imposible. Si en un coche predominara la fuerza aceleradora respecto de la que permite frenar, ante la primera curva el automóvil se lanzaría sin control fuera de la calzada y se estrellaría. Por tanto, si en el mundo físico y biológico que nos rodea la estabilidad que hace posible la vida se basa en la neutralización de fuerzas opuestas, siguiendo un razonamiento sistémico, no sería descabellado generalizar el concepto de balance estable a todos los aspectos de la vida humana, inclusive a los aspectos de la vida afectiva y de relación; e incluso al mundo de lo sutil y espiritual.
 
Los orientales evidencian este concepto a través del Yin y el yang, que suponen  términos con los que se conoce una corriente filosófica de origen oriental que considera el aspecto dual y complementario de todo lo existente en el universo. Cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia. Dentro de cada ser, objeto o pensamiento existe parte de su complemento, y viceversa. De lo que se deduce que nada existe en estado puro. También se conoce con este nombre al símbolo del Tai Chi, de forma circular se divide en dos partes - una blanca y otra negra - que giran una en torno a la otra, y dentro de cada una - en su parte más ancha - un punto con el color de su opuesto. El símbolo representa la complementariedad de Yin y Yang así como su mútua generación. Y además nada es absoluto, en la luz siempre hay un punto de tiniebla, y en las tinieblas siempre hay un punto de luz. Siempre hay un punto de duda, y siempre hay un punto de esperanza.
Este principio que arranca de la propia Naturaleza desemboca en la necesidad de cuestionar el maniqueísmo tradicional de la cultura occidental cristiana por el que los seres humanos estamos inmersos en una supuesta eterna lucha entre el bien y el mal, entre Dios y el demonio. Y de momento parece que la teoría del pecado original tiende a inclinarnos peligrosamente hacia el lado del maligno, del que el único que nos puede salvar es Cristo gracias a su vida, pasión, muerte y resurrección.
El maniqueísmo cristiano, dicotómico, dual, plantean el mundo, la creación inmersa en esa eterna lucha, un estado de guerra espiritual que como en toda guerra lo único que provoca son efectos devastadores entre las víctimas que han de sufrir las violencias de ambos contendientes.
Pero en realidad, lo que realmente sucede es que los seres vivos en su  interacción con el medio se ven obligados a establecer un conjunto de comportamientos en respuesta a los estímulos exteriores. Cualquier amenaza, cualquier ataque, cualquier “input” que nos entre del exterior genera una respuesta, que se materializa en una actitud, y en último término el desarrollo de una fuerza que aplicada en el medio o en los elementos internos del organismo, o de la organización humana permiten bien adaptar el organismo (organización) a las nuevas circunstancias, o bien repeler la amenaza con una fuerza de reacción que la neutralice o disminuya el riesgo a niveles tolerables. Entran en funcionamiento pares de fuerzas dando lugar al eterno binomio “acción – reacción” o pares de fuerzas antagónicas.
A estos pares de fuerzas antagónicas las podemos denominar genéricamente como “fuerzas primordiales”, porque se sitúan en el origen de la viabilidad de la propia vida. Y al referirnos al término vida, estamos hablando de la vida tanto física, biológica, social, personal – afectiva y, lo que puede aparentemente sorprender, “espiritual” o sutil.
Estas fuerzas, aparentemente opuestas, en el fondo son complementarias, porque de su interacción surge la estabilidad que hace posible la vida.

La Ley de las fuerzas antagónicas

 
El abordaje multidisciplinar del desarrollo humano obliga a descender hasta las bases de la Ciencia, para comprender que cualesquiera de nuestras actuaciones en el campo de la vida humana y social, se basan en principios universales que rigen el comportamiento de todo lo que existe, desde los átomos, los cuerpos celestes hasta los mercados internacionales. Y para eso hay que empezar por lo más básico, las leyes de la Física.

 
El ser humano se pone muy contento cuando descubre una ley, puesto que al evidenciarla, de alguna forma siente que da un decidido paso al frente en la comprehensión del mundo que le rodea. Pues bien, con un enfoque sistémico, por el cual, el investigador siempre tiene claro que los patrones de comportamiento de la Naturaleza obedecen a principios comunes a todos los agentes, tan animados como inanimados, es hasta cierto punto sencillo encontrar similitudes que en el fondo son isomorfismos, o patrones de comportamiento que obedecen en esencia a la misma estructura de relaciones. Por poner un ejemplo, cuando una madre trata de sobreprotejer a su hijo haciendo por él lo que el niño debería aprender por sí mismo, en esencia está comportándose de igual forma que un médico que sólo aplica un tratamiento sintomático a un paciente sin atacar a la causa de la enfermedad, o un gerente que trata de aplicar medidas para cubrir el expediente anual de presentar unas cuentas de resultados maquilladas al consejo de dirección aunque ello hipoteque el futuro de la empresa. Detrás de estos comportamientos hay fuerzas que emergen y que compiten por dominar el escenario del sistema que conforma la madre con su hijo, el médico actuando en el complejo sistema orgánico del paciente, o la empresa que dirige el gerente.
Si pudiéramos denominar a estas fuerzas de alguna forma, las denominaríamos “fuerzas antagónicas”. Y son antagónicas porque caminan en sentidos opuestos de una misma dirección. La dirección es el “crecimiento” o “desarrollo”, y los sentidos son el positivo o el negativo.
Cuando ambas fuerzas antagónicas actúan pero ninguna prevalece sobre la otra, el sistema se encuentra en estado estacionario o estable (en inglés “steady state”).
Cuando una de las dos prevalece, el sistema se mueve en sentido positivo “crecimiento positivo”, “evolución”, “desarrollo” o simplemente crecimiento. O en sentido negativo “crecimiento negativo”, “involución”, “decrecimiento” o “recesión”.
Cuando ninguna de las dos actúa, entonces el sistema se encuentra en equilibrio. En los sistemas físicos inanimados esta situación no tiene ninguna repercusión en el futuro del sistema. En los sistemas vivos, esto significa que el sistema ha muerto, ha dejado de funcionar de modo irreversible.
El primer par de fuerzas antagónicas nos las ofrece la Física, y se trata del par “acción – reacción”, o Tercera Ley de Newton.

 
Fuerza es siempre una acción mutua que se ejerce entre dos cuerpos. Según el principio físico de acción - reacción, “si en un punto de un cuerpo se ejerce una fuerza (acción), sobre otro, éste reacciona siempre de modo que sobre el primero ejerce una fuerza (reacción) igual y contraria”.


Con esta definición, nos damos cuenta que cuando queremos mover nuestro coche porque se ha quedado sin batería, nuestra fuerza está siendo contrarrestada por otra exactamente igual que el coche ejerce sobre nosotros al negarse a obedecernos. En este caso estamos luchando denodadamente contra la inercia que hace se mantenga parado. En Física, la situación en la que ambas fuerzas se anulan, con lo cual no se observa ningún movimiento, se denomina estado de equilibrio, y no estado estable, porque en realidad, en el Universo material no hay un solo rincón del cosmos donde no exista ninguna fuerza. Cualquier cuerpo material está sometido a fuerzas, que si se contrarrestan, “parece” que lo hacen permanecer en reposo. Pero abandonando la puridad terminológica, lo que aquí importa es ser conscientes de que la realidad que vemos es así porque constantemente pares de fuerzas están actuando enfrentadamente.

 
En el mundo de la Química tenemos el equivalente del par acción reacción, en la Ley de acción de masas, por la que “la velocidad de una reacción química es proporcional al producto de las masas activas de las sustancias reaccionantes”.  La velocidad de una reacción química es tanto mayor cuanto mayor es la diferencia de concentraciones entre los elementos reaccionantes por un lado y el resultado de la reacción por otro. Cuando ambos extremos alcanzan concentraciones y presiones iguales,  la reacción entra en estado de equilibrio, es decir, que tantas reacciones de unión se producen frente a las mismas de disociación, porque A + B tienden a unirse, pero AB tiende a separarse.
                                       A + B ↔ AB

 
Volviendo a la física que ven nuestros sentidos, nos sonará aquello de  fuerza centrífuga y fuerza centrípeta, que es el estado en el que nuestros satélites artificiales orbitan nuestro planeta, o la Luna gira alrededor de la Tierra, o la tierra alrededor del Sol, o una piedra gira alrededor de nuestra mano, sujeta por una honda, etc. La fuerza centrípeta es simple y llanamente la fuerza de gravedad, mientras que la fuerza centrífuga es su opuesta, que consigue hacer estable y posible el Universo a base de movimiento angular continuo. Y un último ejemplo, recordemos cuando hacíamos la mili, al disparar una pistola, cómo a la fuerza que imprime velocidad a una bala, se opone otra en sentido contrario, que nos tira de la mano para atrás, en el momento de producirse la detonación.

 
Las estrellas lucen y en nuestro caso el Sol nos da calor cada mañana gracias a que el horno estelar se encuentra en un estado de razonable equilibrio de fuerzas entre la fuerza de gravedad que tiende a colapsar la inconmensurable masa de gas de la estrella, y la fuerza explosiva de las reacciones termonucleares de fusión, que tienden a que ese mismo gas salga despedido cuando se libera la terrorífica energía originada al fusionarse dos átomos de Hidrógeno en uno de Helio . Durante los diez mil o más millones de años que una estrella normal permanece estable, ambas fuerzas están estabilizadas. Cuando el horno nuclear se agota, y todo el Helio se ha transformado en Oxígeno, Carbono o Hierro, la fuerza de gravedad vence a la expansiva, la estrella se colapsa y en un último grito de dolor, estalla en mil pedazos (es un decir) convirtiéndose durante unos pocos días en una bellísima nova o supernova.

 
En conclusión, el objetivo de esta breve exposición de nuestro mundo físico es hacer comprender que el mundo material físico, inanimado es como es porque la Ley de fuerzas antagónicas está permanentemente actuando. Y todo ello gracias a la conversión de energía en materia. Pero dejemos esto, pues nos conduciría a abordar temas de Termodinámica, y no es la cuestión aquí .
Si pasamos a los seres vivos, las fuerzas antagónicas están también en la base de la vida. En los seres vivos hablar de equilibrio sería lo mismo que hablar de muerte. Un ser vivo se mantiene vivo  gracias a que su organismo está permanentemente intercambiando materia, energía e información con el entorno. Es un sistema abierto, que necesita comer, incorporar materia del exterior, que transforma en energía necesaria para mantener permanentemente funcionando todos sus subsistemas biológicos. Tanto entra como sale de él. Así que las mismas fuerzas que actúan introduciendo materia energía e información en el interior se compensan con otras que en sentido contrario hacen que salga al exterior materia, energía e información.

 
Interiormente, nuestro organismo tiene sistemas de autorregulación de las funciones denominadas vegetativas y de homeostasis, que sin entrar en demasiadas explicaciones, permiten mantener nuestro medio interno dentro de márgenes de viabilidad. Entre ellos, nuestro sistema nervioso dispone de lo que en Fisiología se denomina Sistema nervioso vegetativo, y este se comporta generando dos fuerzas antagónicas, una que tiende preferentemente a acelerar las funciones del organismo (el sistema simpático), y otra que tiende a decelerar esas mismas funciones del parasimpático o vagal) . (En realidad no es tan drástica la separación entre función aceleradora sólo del simpático y deceleradora sólo del parasimpático, pues ambos comparten acciones aceleradoras y deceleradoras, pero valga aquí esta académica separación a lo que nos ocupa) ambos sistemas nerviosos vegetativos se comportan como el acelerador y el freno de un automóvil. Hacen falta los dos.


Si el automóvil sólo dispusiera de freno, (parasimpático), el vehículo no se movería jamás, las funciones orgánicas estarían permanente frenadas. Si sólo tuviera acelerador, el automóvil adquiriría una velocidad tal, que consumiría todo el combustible, no podría detenerse o decelerar ante algún peligro, y montarse en ese vehículo sería un auténtico suicidio. De la misma forma, con sólo el sistema simpático, las funciones orgánicas estarían tan aceleradas, que el organismo no podría reposar jamás, el consumo de energía sería insostenible, y al final el organismo moriría de agotamiento de fuerzas, de energía y de recursos consumidos para satisfacer las insaciables exigencias de unos órganos permanentemente desquiciados.
 
En resumen, vemos que nuestro Universo y nosotros mismos vivimos y existimos gracias a ese conjunto de pares de fuerzas antagónicas que opuestas, hacen que sea posible, tanto el movimiento como la estabilidad, tanto la vida, como la muerte, tanto la luz, como la oscuridad.

 
Es la filosofía oriental del Yin y el Yang, donde las fuerzas en realidad no son antagónicas, sino complementarias. Ambas se necesitan mutuamente para que sea posible la existencia. No son buenas unas y malas otras. En realidad el bien y el mal no existe en la Naturaleza, son percepciones subjetivas, no realidades objetivas. Es bueno lo que favorece la vida y su crecimiento, y es malo todo aquello que la frena o la pone en peligro. Pero esa percepción es individual y relaciona cada cual con el entorno. En su conjunto, si por buena es una fuerza que genera crecimiento, por mala sería aquella que genera minoración, involución. Veremos que esta es una visión muy personal del proceso general de devenir de la vida y de la existencia.


La ley del predominio alternativo
 
 En esencia, las fuerzas antagónicas no están en perfecto equilibrio o estabilidad, sino que en cualquier momento prevalece una sobre otra, pero de modo efímero. Esta es la cuestión, que no se da un equilibrio perfecto o una estabilidad perfecta. Afortunadamente, siempre hay una fuerza que prevalece sobre la otra, lo suficiente para que las funciones se puedan llevar a cabo, pero sin que esa prevalencia distorsione de tal modo el conjunto del sistema, que se produzcan desequilibrios tales o inestabilidades tales, que al final, el sistema sea inviable.
El binomio acción - reacción tal cual haría imposible el movimiento, si en un determinado momento una de las dos fuerzas no prevaleciera sobre la otra. Cuando un automóvil logra vencer la inercia que le mantiene en reposo se mueve, siempre que la fuerza motora prevalezca sobre la fuerza de gravedad que tiende a mantenerle pegado al suelo y sin moverse, en la medida que tenga bajo el una plataforma que evite se hunda en los abismos en dirección al centro del planeta. Un avión se mantiene en vuelo en tanto que la fuerza impulsora de sus reactores permita que sus planos mantengan igualadas las presiones de sustentación y de gravedad gracias al desplazamiento. Es decir, gracias a la prevalencia de una fuerza respecto de su complementaria, el desplazamiento es posible.
En el Universo aparentemente inmutable ante nuestros ojos, esto no se ve en el horizonte temporal de nuestra vida. El Sistema Solar es así, con nueve planetas orbitando alrededor del Sol, hace cuatro mil millones de años. Siempre es así, parece inmutable, las distancias son las mismas si excluimos las variaciones inducidas por las diferentes excentricidades, cuyo comportamiento descubrió Johannes Kepler en el siglo XVII. La regla de las áreas dan fe de que en la órbita de un planeta que no sea perfectamente circular, cuando el planeta se acerca al Sol, hace falta que la fuerza centrífuga se incremente para compensar el incremento de la fuerza centrípeta, y cuando el planeta se aleja, es necesario disminuir la velocidad, para conservar estable la órbita. Luego en según qué momento prevalece una fuerza sobre la otra, originando el inmediato incremento o disminución de la otra para mantener el sistema estable.
En el ámbito de los seres vivos esto es así de modo evidente. Por ejemplo, cuando se produce un incremento de actividad parasimpática, lo que permite por ejemplo la vasodilatación de los capilares superficiales de la piel para disminuir la temperatura interna y liberar así el exceso de calor, una vez liberado dicho exceso, el sistema simpático induce la correspondiente vasocontricción para que no se pierda excesivo calor, poniendo en peligro la homeostasis del organismo.
La vida es posible porque los sistemas ejecutan funciones gracias a que en determinados momentos se producen inestabilidades que permiten que unas fuerzas prevalezcan sobre sus complementarias. Pero estas inestabilidades son tanto más contrarrestadas por las fuerzas antagónicas complementarias cuanto más intensas son. Y esto es así porque si los desequilibrios o inestabilidades superan un determinado umbral, el sistema se hace inviable y termina destruyéndose. Si a un satélite artificial  se le imprime una fuerza centrífuga que descompense suficientemente el equilibrio con la fuerza centrípeta, el ingenio terminará por alcanzar la velocidad de escape y se perderá en el espacio. Esto ocurre cuando la NASA da por finalizada la vida útil de un satélite artificial, finalmente enciende sus motores para que el satélite se pierda en el espacio y sea capturado por el Sol. Por contra, si una vez puesto en órbita se le deja libre sin acciones correctoras de la órbita de aparcamiento, paulatinamente irá perdiendo altura, puesto que la Tierra tenderá a atraerle lenta pero inexorablemente, hasta que termine siendo atraído a la superficie. Esto ocurrió cuando el Sky Lab y la MIR se precipitaron a la Tierra tras terminar su vida útil.
En conclusión, la prevalencia efímera de las fuerzas respecto de sus antagónicas es lo que hace posible el mundo material que ven nuestros ojos, y del que nosotros formamos parte.
Esta ley de la prevalencia efímera es la que habitualmente se conoce como ley del péndulo. Esto lo entiende la gente fácilmente. Un péndulo se balancea de un extremo al otro gracias a que el movimiento continuo permite sortear alternativamente la fuerza de la gravedad.
En el contexto socio económico, las fuerzas antagónicas que prevalecen efímeramente unas sobre otras dan lugar a los ciclos, de la misma forma que las fuerzas de gravitación dan lugar a los ciclos orbitales y estacionales en la Tierra, o las fuerzas que gobiernan nuestro organismo vivo dan lugar a los ciclos hormonales, circadianos y en general a los ciclos biológicos.
Es decir, la prevalencia alternativa de fuerzas, la Ley del péndulo da lugar a los ciclos. Y estos ciclos permiten la existencia en todos los sentidos.
Esta es la base del desarrollo.
La conjunción de ambas fuerzas establece en prácticamente todos los escenarios reales una situación que “tiende a la estabilidad”, pero que casi nunca la alcanza. De hecho, la estabilidad perfecta nunca se alcanza. Los ciclos son la expresión final de esa prevalencia alternativa de fuerzas, donde la estabilidad es un límite asintótico, o se alcanza en un instante como el momento del equinocio, para luego volver a desestabilizarse.
La prevalencia alternativa de las fuerzas tiene su fundamento sistémico en los denominados bucles de realimentación, que pueden ser positivos o negativos. Los bucles de realimentación positivos son aquellos donde las variables que los componen se refuerzan entre sí, de modo que cuando una aumenta, provoca el aumento de la siguiente, esta de la siguiente y así hasta que la última refuerza a la primera.
Este tipo de bucle también se denomina bucle reforzador, y la consecuencia matemática de este comportamiento es el denominado “crecimiento exponencial”, basado en la ecuación y = aebx  o y = ae-bx





Este comportamiento es el responsable del crecimiento de los sistemas, tanto físicos, como biológicos, como sociales, demográficos y económicos.
 

En el otro extremo están los bucles de realimentación negativos; aquellos donde el crecimiento de una variable implica el descenso de otra, de forma que se produce una tendencia a alcanzar un estado estable, tras sucesivos ciclos amortiguadores.

 

En realidad, los bucles reforzadores aislados no existen, porque son física y biológicamente imposibles. No existe ninguna posibilidad de crecimiento ilimitado. Tampoco existen de modo aislado los bucles compensadores, porque ello desembocaría en un estado estable, que pareciendo deseable, sin embargo bloquearía cualquier tipo de proceso adaptativo. Ambos bucles, compensadores y reforzadores se presentan en la naturaleza asociados y relacionados de modo tal que siempre hay uno que prevalece sobre el otro, pero ambos se controlan y se vigilan. Cuando uno de ellos prevalece de modo irreversible, el sistema o bien estalla en mil pedazos por prevalencia del bucle reforzador, o entra en una vía muerta que le incapacita para cualquier proceso adaptativo. En cualesquiera de los casos el sistema muere, bien por crisis o bien por lisis. 

En realidad la ley de la prevalencia efímera, la ley del péndulo es la expresión simple de una afirmación más profunda, la prevalencia alternativa de ciclos de crecimiento y ciclos de recesión.
En el mundo físico esto tiene como expresión la fuerza expansiva del crecimiento vegetativo, y la fuerza compensadora de los recursos limitados.
El ejemplo más claro lo tenemos en el crecimiento demográfico, donde a más nacimientos, más incremento de la población, pero a la vez, a más población, mayor consumo de recursos, que siendo limitados, y también limitada la capacidad de regeneración agrícola, ello hace que más tarde o más temprano la población se estabilice, o incluso disminuya por las hambrunas, hasta que comience un nuevo ciclo expansivo.






Un ejemplo especialmente demostrativo de lo dicho, más tarde se abordará al tratar en el abordaje biológico del crecimiento, es la competencia entre especies.



Este modelo, desarrollado por Volterra y Lotska en 1931, describe como las poblaciones de zorros y conejos dependen entre sí para mantener un crecimiento estable, porque cuando una de ellas prevalece la otra responde. Si aumenta la población de zorros, disminuye la de conejos hasta un límite en el que los zorros comienzan a morir de hambre por escasez de conejos. La disminución de zorros permite a los conejos reproducirse con más intensidad a disminuir la presión de los predadores, hasta comenzar un nuevo ciclo.
Estas son las bases sistémicas del desarrollo. Se cumple siempre, aunque las diferentes circunstancias hacen que el comportamiento difiera y parezca que nos encontramos ante fenómenos diferentes. Pero no es así.
De hecho, lamentablemente, las leyes sistémicas son, diríamos, que contrarias aparentemente a la utópica igualdad entre los seres humanos. El noble deseo de que los hombres sean todos iguales, y que nadie fuera más poderoso o rico que otros, que no hubiera pobres, es materialmente imposible, y no es esta una afirmación basada en la maldad de los hombres, en el pecado (aunque también), sino en el comportamiento cíclico de las fuerzas antagónicas que rigen nuestro destino.

 
En Economía existe una Ley que es la que proclama el crecimiento económico de escala (hacer economías de escala, se dice), que no es sino la afirmación de que cuanto más dinero se tiene, más se gana. Cuanto mayor es la capacidad de producción, más económica sale cada unidad, y mayor cuota de mercado se adquiere en detrimento de aquellos que tienen menos capacidad económica y de recursos tecnológicos o de know how. Este comportamiento justifica la tendencia a la concentración de poder en manos de los que más capacidad tienen para dominar el mercado. Es decir el libre mercado tiende por sí mismo a la heterogeneidad, al incremento diferencial de la riqueza entre pocos ricos que acaparan de forma paretiana cada vez mayor proporción del producto interior de un país o de cualquier comunidad humana, frente a una cada vez más amplio segmento de la sociedad con menos recursos e incapaz de competir con los poderosos.

 
La vida en realidad es así. El Universo es así. Aunque también es verdad que la Creación no admite campeones vitalicios. Más tarde o más temprano, la vida pasa factura, a veces de forma catastrófica.
Pueden parecer ejemplos que no tienen nada que ver, pero en el fondo presentan similitudes, isomorfismos en terminología sistémica. Se trata de ver cómo la Naturaleza aparentemente favorece la Ley del más fuerte en contra de los débiles, y de cómo eso es sólo aparente, el único problema es el horizonte temporal en el que se miden los acontecimientos.
El primer ejemplo lo ofrece la formación de las estrellas y de sistemas planetarios. Las estrellas surgen de la progresiva acumulación de gas interestelar, en un 99,9% Hidrógeno, que tienden por la fuerza de gravedad a concentrarse progresivamente en torno la una gran esfera primigenia de gas cada vez más denso y concentrado. A lo largo de millones de años – millones de años – el gas se va concentrando, tanto más rápida y masivamente cuanta mayor cantidad de gas exista. Llega un momento en que la concentración de gas es tan grande y la densidad tan descomunal, que la temperatura, que aumenta con la presión interna del gas, supera el umbral de las reacciones termonucleares (millones de grados centígrados), y comienza la ignición de la recién nacida estrella. A partir de ese momento, durante miles de años, la estrella arrojará millones de toneladas por segundo de gas incandescente, alimentando de luz y calor el espacio cercano. Después de miles de millones de años, la estrella termina muriendo de diversas formas, si es poco masiva simplemente se enfría, convirtiéndose en una enana blanca o amarilla. Si es extremadamente masiva, la fase final puede ser explosiva, estallando en una descomunal explosión denominada “Supernova”, que tras cientos de millones de años, podrá dar lugar a un sistema planetario. La conclusión en este caso es que inicialmente el predominio de la fuerza centrípeta genera un bucle reforzador, a más masa, más masa es atraída. Pero esta tendencia no es eterna. Llega un momento en que bien por agotamiento del gas interestelar disponible, bien por la presión interna de la propia masa protoestelar, el ciclo se invierte y, encendiéndose la estrella, comienza a arrojar el excedente de masa mediante la combustión del Hidrógeno por reacciones de fusión.


En el caso de los sistemas planetarios el gas interestelar se reparte entre varios cuerpos celestes, gas hidrógeno en el centro, que formará la nueva estrella de segunda generación, y pequeños cuerpos más o menos sólidos, que formarán los planetas. El resto del disco de gas, se queda a penas sin materia, que se concentra en manos de unos pocos que acaparan el 90% o más de la nube. Pero al final, con la muerte de la estrella, reventada, el imperio del Sol se extingue, quedando sólo los restos del antiguo imperio.

 
Fuerzas activas y pasivas

 
En general, las fuerzas antagónicas tienen también actitudes activas y pasivas. Llamaríamos fuerzas de actitud pasiva, aquellas que funcionan a favor de una inercia natural de los sistemas. Así, todas las fuerzas que actúan a favor de la ganancia de entropía, de alguna forma actúan a favor de la gravedad, del peso, de la inercia pasiva hacia la detención, hacia el equilibrio, hacia el estado más caótico. Denominamos fuerzas activas a aquellas que actúan en contra de la ganancia de entropía, en contra de la fuerza de gravedad, las que generan un trabajo de organización, de orden, de estabilidad sobre la base de un balance equilibrado de entrada y salida y, lo que es más importante, las que hacen posible el hecho de la vida.
El predominio absoluto de las fuerzas pasivas desembocaría en la muerte térmica, el máximo grado de entropía y de desorden, es decir, en la muerte.
El predominio absoluto de las fuerzas activas, a parte de ser físicamente imposible, termodinámicamente imposible, desembocaría en una paradoja inviable en un mundo limitado por la economía. El crecimiento indiferenciado y explosivo también mata por agotamiento de los insumos. En física, el predominio de la fuerza ascendente en un cohete hace que superado un límite de velocidad y altura, se supere la velocidad de escape y quede fuera del alcance de La Tierra, … pero no del Sol. Es decir, siempre hay una fuerza pasiva que actúan sobre los sistemas. Y siempre hay una fuerza activa (reactiva) que la compensa y permite el movimiento y en definitiva el estado estable, es decir, la supervivencia del sistema, tanto físico como biológico, como social.
En el ser humano el ejemplo más paradigmático de este binomio o par de fuerzas es el individualismo vs la solidaridad.

 
El individualismo es una fuerza pasiva que tiende a que el hombre, el individuo piense en su propio beneficio como individualidad. Trata de maximizar su autonomía e independencia, y en el extremo, trata de satisfacer sus individuales apetencias. 

 
La solidaridad se comporta como una fuerza activa que lucha por mantener cohesionada la colectividad, el grupo humano, la familia, la organización, el país. Lucha contra el individualismo porque exige el sacrificio de renunciar a una significativa parcela de independencia con tal de contribuir al bienestar del conjunto. El bienestar de la mayoría requiere el sacrificio de la minoría y hasta de uno solo.

 
En las diferentes capas de agregación social funcionan este par de fuerzas. El individuo frente a la pareja; la pareja frente a la familia; la familia o el grupo frente a la empresa (los lobbies); la empresa frente a la sociedad; la sociedad local, regional frente a la nación; la nación frente a la comunidad internacional. Y en el plano estrictamente biológico también, la célula frente al tejido en el que está integrada; el tejido frente a los órganos y al propio organismo (cáncer).

 
Ambos, individualismo y solidaridad han de existir para que el sistema humano permanezca estable. Sin embargo en el extremo, el individualismo llevado al extremo se transforma en egoísmo, cuando para satisfacerlo, se ataca los derechos de los demás y se rompe la equidad, y la solidaridad cuando se eleva a rango de virtud, se denomina “amor”, entendiendo como amor, la actitud entregada de compartir la vida con los demás, aún asumiendo sacrificios personales a favor del bienestar y la felicidad del otro, es decir “simbiosis”.

 
Primera conclusión

 
El desarrollo nunca es lineal, siempre se soporta en los ciclos de alternancia acción - reacción, crecimiento – recesión, evolución – involución, vida – muerte.

 
Es así, y sólo así la vida es posible.

 
Si no logramos entender estos principios fundamentales, jamás entenderemos cómo es nuestro mundo y por qué se producen los acontecimientos que nos muestran los informativos televisados o la prensa escrita.

 
Por tanto, las teorías dicotómicas, maniqueas que dividen la existencia entre el bien y el mal, entre lo positivo y lo negativo, a parte de que condenan a la existencia a vivir en un permanente estado de guerra que no lleva a ninguna parte, creo, suponen un escalofriante engaño. La única fuerza “maligna”, si es que se la puede llamar así es la que emana de la Segunda Ley de la Termodinámica, “la entropía de un sistema tiende a aumentar siempre”. Lo que define a la vida en el Universo como una permanente “lucha contra el caos”. Pero el caos es sinónimo de quietud, de parada total de movimiento, y de desorden completo, de descomposición, de nada. En el extremo, “la muerte térmica del Universo”.

 
Es mucho más lógico un Universo en el que los seres de especies inteligentes surgen de un genotipo y un morfotipo en el que los componentes protoencefálicos inducen a un comportamiento instintivo de ataque defensa, propio de las especies animales en lucha por la supervivencia, y que el componente consciente puede, de no ser dominado por el aprendizaje social y ético, desembocar en un comportamiento voluntariamente agresivo y antisocial, donde el agresor invade la libertad de los demás, generando malestar social y personal. Esto se califica como malo, y la religión cristiana como “pecado”. Efectivamente, el paso del comportamiento competitivo inconsciente, instintivo a consciente, con intencionalidad, es lo que imprime moralidad a nuestros actos, sobre todo cuando las fuerzas pasivas individualizadoras se asientan como un comportamiento deseado.

 
Los tres principios de la economía

 
Las tres leyes de fuerza que hemos revisado, suponen la base sistémica de las tres leyes fundamentales de la teoría económica, ya formuladas por David Ricardo a comienzos del Siglo XIX, la ley de rendimientos decrecientes, la ley de rendimientos de escala y la ley de acumulación de Adam Smith.
Aunque son leyes económicas, en el fondo son leyes sistémicas, afectan a todos los sistemas biológicos y humanos. En realidad la Economía supone una visión razonablemente concreta de las interacciones sistémicas entre los seres humanos, en la que los recursos económicos y materiales tienen especial importancia. Pero estas leyes son aplicables en cualquier contexto donde la gestión de recursos escasos sea un imperativo, bien se trate de materias primas, de dinero, de recursos humanos, de oxígeno y aminoácidos o de capacidad creativa para solucionar problemas, que también parece agotarse a veces.

 
La ley de rendimientos decrecientes dice que dadas las técnicas de producción, si a una unidad fija de un factor de producción le vamos añadiendo unidades adicionales del factor variable, la producción total tenderá a aumentar a un ritmo acelerado en una primera fase, a un ritmo más lento después hasta llegar a un punto de máxima producción, y, de ahí en adelante la producción tenderá a reducirse.

 
La Ley de rendimientos de escala dice que cuando una empresa utiliza ciertas cantidades de factores para obtener un cierto volumen de producto los rendimientos de escala son decrecientes cuando un aumento relativo de todos los factores de uno por ciento implica un aumento relativo del producto de menos de un por ciento. Y son crecientes cuando el producto aumenta más que un por ciento.

 
La ley de acumulación se puede enunciar como que al incrementar masa económica y capacidad de producción, la progresiva disminución de costes permite incrementar la producción, las ventas y los beneficios, lo que genera un bucle reforzador, “dinero llama a dinero”, masa llama a masa, hasta alcanzar un límite crítico.

 
En todas estas leyes de comportamiento económico está detrás la Ley de fuerzas antagónicas y la de predominio alternativo de una de ellas. Cuando predomina la ley de rendimientos de escala crecientes, dominan las fuerzas expansivas que permiten crecer, evolucionar positivamente. Cuando rige y predomina la ley de rendimientos decrecientes o de escala decrecientes, predominan las fuerzas recesivas que imprimen estabilidad a los sistemas.

 
Aunque este discurso parezca que es exclusivo del mundo de la economía, en el fondo está en la base del comportamiento de la vida y de los seres humanos. El mundo de lo visible se rige por estas leyes, en todos sus aspectos.

 
El tránsito de lo tangible a lo intangible, del mundo material al mundo sutil del espíritu, también.

 
En la base del mundo material está el principio de entropía, el que hace que todo tienda al equilibrio final de la estática, de la quietud, de la muerte térmica, cesa todo intercambio de energía, el caos absoluto se establece, y nada puede tener ni energía, ni fuerzo ni capacidad, por tanto, de realizar ningún tipo de trabajo.

 
En la base del plano espiritual está el principio de entalpía, La Entalpía, desde el punto de vista físico es la cantidad de energía de un sistema termodinámico que éste puede intercambiar con su entorno. Desde un punto de vista más general sería el punto omega de la vida, o estado ideal en el que el orden absoluto pudiera ser mantenido sin un esfuerzo ilimitado. Sería la victoria definitiva sobre la muerte térmica, sobre la entropía. A ese estado ideal en el que la vida triunfa definitivamente sobre la muerte, lo denominamos “Paraíso”, “Cielo” o “Reino de Dios”.

 
La lucha de la vida consiste en despegar de un estado altamente entrópico, y tender con un derroche cada vez más importante de energía hacia un estado cada vez más “entálpico”, más ordenado, más perfecto. En este proceso compiten fuerzas antagónicas     que prevalecen alternativamente unas sobre otras hasta que finalmente vence una de ellas. Si vencen las fuerzas recesivas los sistemas mueren, y si vencen las fuerzas preactivas, la vida evoluciona hacia estados de mayor fortaleza y complejidad.

 
Todo lo explicado se resume en la siguiente gráfica.


 

El esfuerzo por crecer ejerce una acción dinámico específica que vuelve inestable el sistema (1) y le permite incrementar su complejidad y sus capacidades. Se produce el crecimiento cada vez más rápidamente. Domina la fuerza proactiva que produce rendimientos de escala crecientes. Funciona la fuerza de acumulación que incrementa la estructura y las capacidades, así como el consumo de recursos. Tanto más se crece cuanto más recursos se consume.

El incremento de consumo de recursos produce un enlentecimiento del crecimiento (3), cada vez cuesta más incrementar una unidad el rendimiento o el crecimiento respecto del tiempo que se invierte en obtenerlo y lo que cuesta en consumo, hasta que llega un momento en el que se estabiliza éste, igualándose las fuerzas de entrada y las de salida. Tanto entra, tanto se consume como se gasta. Y se llega a la meseta .

 
En este punto de estabilidad se podría continuar indefinidamente si no hubiera otras fuerzas que intervinieran. En el extremo se podría llegar a la estabilidad de una tendencia sinusal. Este comportamiento sinusal da origen a los ciclos. En un mundo estable, la vida se comporta en base a ciclos que se repiten indefinidamente, mientras los parámetros básicos del entorno no se alteren demasiado. Este comportamiento cíclico hace posible la vida. Lo vemos en el devenir de las estaciones climáticas, en los ritmos circadianos de los seres vivos, en los ciclos noche y día, en los ciclos económicos (“todo lo que sube, baja y todo lo que baja, sube”). La vida no es lineal, sino cíclica. Si los parámetros de entorno cambian pueden incluso inducir ciclos progresivamente amortiguados, pero casi nunca, por no decir, nunca, desembocan en un comportamiento inmutablemente plano . Por otra parte, la vida en general no admite campeones vitalicios. Este es gran problema, que en el mundo material la Segunda Ley de la Termodinámica siempre termina haciendo que la entropía venza y los sistemas se degraden hasta morir. La lucha contra el caos es siempre una batalla perdida, sistema a sistema, individuo a individuo.

 
No obstante, en un contexto temporal limitado caben otras posibilidades.

 
La mejor de las posibilidades es lo que se denomina un salto de escala. Es decir, el hallazgo de un proceso de producción de materia y energía que mejore significativamente del rendimiento y la eficiencia de todo el sistema. Si esto se consigue, el organismo inicia un nuevo ciclo productivo y vital desde nuevas coordenadas, desde nuevos parámetros sistémicos, que le permiten volver a iniciar un ciclo de rendimientos crecientes. Ha hecho “economía de escala”, hasta que vuelva a repetirse el enlentecimiento por razones similares al ciclo anterior. (6) A esto se le denomina en Biología “mutación”. Cuando una especie sufre una mutación favorable (pocas veces ocurre, la mayoría son desfavorables), de repente (unos cuantos cientos o miles de años), adquiere la capacidad adaptativa de manejar en condiciones mucho más favorables el entorno. Estas mutaciones no se dan en todo el conjunto de la especie, sino en un subgrupo reducido de individuos. Esto provoca un conflicto, un agravio comparativo entre los más fuertes (adaptados) y la gran mayoría que no ha mutado. En la historia humana estos cambios súbitos provocan  conflictos a veces dramáticos en todo lo que se califica de “resistencia al cambio”, bien expresada por Maquiavello en su ya clásica advertencia al osado príncipe que pretende cambiar los estatutos de su reino, lo que provocará la oposición de todos los que saben que van a perder con el cambio sus prebendas y bagatelas, y acaso el tibio apoyo de aquellos que se imaginan pueden ganar algo.

 
Veremos cómo el paradigma de una descomunal catástrofe provocada por un cambio trascendental en la Historia lo sufrió en sus propias carnes Jesucristo.
La siguiente posibilidad es una perdida de productividad, un decaimiento de la capacidad productiva o bien el envejecimiento del sistema. Pero en determinados entornos, cabe la posibilidad que ante el declive el sistema en su conjunto sepa reaccionar a tiempo, antes de sobrepasar el límite de “overshoot” o sobrepasamiento, (límite tras el cual el colapso es inevitable, aunque no se produzca inmediatamente). Y al final se consiga hacer economía de escala y encontrar un proceso productivo de mejor rendimiento y eficiencia tal que permita entrar en un nuevo ciclo.

 
Y por último también cabe la posibilidad  de que el colapso sea inevitable, y el envejecimiento progresivo sobrepase el límite de la viabilidad hasta el colapso final y total. (8) Esto es lo que sucede con los individuos vivos. Todo organismo vivo al final muere. Lo que sucede es que la genética y los sistemas reproductivos permiten “crear” nuevos individuos que perpetúan el ciclo.
En conclusión, la competencia de fuerzas antagónicas, proactivas y reactivas, en el mundo material, puede mantenerse siempre que procesos termodinámicos irreversibles permitan un consumo de energía suficiente como para mantener la complejidad de los sistemas, igual que el consumo de combustible permite mantener a un reactor en vuelo siempre que los reactores escupan continuas e ingentes cantidades de gases de propulsión. La disminución de la presión de escape de los gases implica la pérdida de altura inexorablemente.

 
Las fuerzas reactivas no son “moralmente malas”, así como las fuerzas proactivas no son “moralmente buenas”. El predominio absoluto de las fuerzas proactivas, aquellas que impulsan el crecimiento provocan, entre otras cosas en los seres vivos enfermedades como el cáncer, donde un grupo de células incontroladas crecen sin control hasta que consumen todos los recursos del organismos hasta matarle a él y, lógicamente al propio cáncer. Porque el factor limitante del crecimiento son los recursos que requieren. De la misma forma, el predominio de fuerzas reactivas inducirían a la parálisis y a la degeneración del organismo, pero ambas combinadas y estabilizadas hacen que la vida y el crecimiento orgánico sea posible.

 
De haber algo malo es la “intencionalidad” de que una de las dos fuerzas predomine absolutamente sobre la otra; esto dentro del entorno del mundo físico, biológico y social. Tan moralmente malo es el afán destructor de los actos de guerra, como el desarrollo económico ciego y desenfrenado.
Lo negativo, “lo malo” es simplemente la fuerza de “parálisis”, de quietud, de gravedad, de muerte térmica. 

 
Lo positivo, lo bueno es la energía transformada en trabajo que permite crecer, levantar el vuelo, mejorar, evolucionar.

 
En el contexto material, tangible, somático, la batalla, en el extremo (a miles de millones de años de distancia en el futuro) está termodinámicamente perdida.

 
Lo explicado, en resumen, expresan cómo las tres leyes económicas (sistémicas) que gobiernan los rendimientos de la actividad humana / biológica marcan el devenir de los sistemas biológicos / humanos.

 
En el contexto sutil la cosa es totalmente diferente.

 
Ley de los límites

 
En Termodinámica se habla de dos límites extremos, la entropía y la entalpía. El Universo que vemos y que hasta ahora se acepta como causa de su origen el Big bang, se debate entre la energía necesaria para lograr un mínimo de entropía, es decir un máximo de entalpía o complejidad (donde la vida se sitúa en el clímax de esa complejidad cósmica, y el ser humano o demás especies inteligentes alienígenas, en su coronación, hasta donde sabemos), y la tendencia a retornar al estado de desorden que espontáneamente y de modo inercial se tiende siempre que la energía necesaria para mantener la complejidad de los sistemas no se obtiene suficientemente.

 
En el escenario del Cosmos, la cosa rige así. Dos límites, entropía absoluta o muerte térmica y entalpía absoluta de orden “infinito” físicamente inalcanzable.

 
La Ley de los límites rezaría más o menos así: “Los límites termodinámicos son teóricos e inalcanzables. El límite inferior es inercial y el superior exige un consumo de energía infinito”

 
Ambos límites a día de hoy creo que se aceptan como límites teóricos que nunca se alcanzan. El límite inferior de entropía máxima se sitúa en una temperatura de -273 grados Kelvin o Cero absoluto. El límite superior de entalpía máxima es literalmente infinito, cualquier temperatura imaginable (miles de millones de grados o mucho más).

 
Leyes del mundo racional

 
En el contexto sutil, sin embargo, podríamos imaginar que los límites extremos se podrían asimilar al “infierno” o cero absoluto, o ausencia total de Dios, y el “Cielo” o entalpía máximo – infinita, o presencia plena de Dios. Esto suena muy raro dicho así, pero si se reflexiona un poco, creo que puede llegarse a comprender.
¿Qué pasa si el amor se asimila a la “energía” de relación entre seres humanos, de la persona con su entorno físico, biológico, personal y social?
Si esta forma de ver las cosas fuese, al menos desde una perspectiva de modelos mentales, tolerable, se podría explicar un conjunto nada despreciable de cosas.

 
La primera que los límites del alma humana se sitúan entre la total falta de amor, lo que supondría un auténtico infierno, y la presencia plena de Dios, que supondría el Cielo eterno. En el medio, la vivencia de una vida transitoriamente biológica, sujeta a las leyes naturales (incluidas las de la Termodinámica y demás leyes primordiales que resultan en las leyes de la  economía.

 
El anhelo del ser humano de crecer hacia Dios es la tendencia innata de superar con la ley preactiva del amor, la tendencia al caos afectivo.
¿Denominamos a las fuerzas recesivas generadoras de mal y de pecado? Esta bien, que se llame así.

 
¿Está inducido por un ser perverso llamado Lucifer?

 
Esta es la mitología cristiana y musulmana. Pero salvo el terror al más allá no aporta ninguna solución al problema. Simplemente es una forma mitológica de explicar el mal del mundo.


Esto nos lleva a reflexionar sobre el simbolismo de textos religiosos, que suponen otro tema de reflexión.

 
Ley del corto plazo

 
Cuando pasamos a estudiar el comportamientote los seres inteligentes, lo primero que podemos observar es que los comportamientos instintivos se vuelven conscientes. Entraríamos pues en lo que se llamaría “comportamiento consciente”, que posee atributos de intencionalidad mayor o menor. Entonces un comportamiento constitutivo de falta o delito tendría según en nivel de intencionalidad elementos agravantes, atenuantes o eximentes, en la medida en que el acto fuese provocado por una respuesta instintiva y no premeditada (eximente o atenuante), o con intencionalidad o saña (agravante). De esta forma se juzgan las faltas y delitos.

 
En las relaciones del individuo con su entorno se establece una primera conexión en la que se pone en juego la asignación de recursos a repartir entre “yo y ellos”. Cada cual necesita, quiere, le apetece, desea poseer una cierta cantidad de recursos (se suele materializar en dinero), a fin de conseguir los bienes que se necesitan, quieren, apetece o se desea. En ese juego, si la asignación o reparto no es equitativo, se produce un desequilibrio que conduce a la insolidaridad. “Yo versus ellos”. Antes mis necesidades que las de los demás. En el extremo criterios de reparto no equitativos terminan generando desigualdades que concluyen en sociedades de ricos y pobres. La no existencia de clases medias hace que la distribución de la riqueza siga la ley de Pareto, donde el 20% de los individuos disfrutan del 80% de la riqueza de un país, y viceversa, el 80% se tiene que repartir el 20& de la riqueza sobrante.

 
Cuando el reparto de la riqueza se produce de forma manifiestamente desigual, desde el punto de vista social se está produciendo un desplazamiento de la carga material hacia un sector muy pequeño, en detrimento no del resto, sino de la sociedad en su conjunto.
Por efecto de la Ley de acumulación, el flujo de riqueza hacia un sector reducido, genera incentivos perversos que se potencian y refuerzan (“dinero llama a dinero”), de modo que  cuanto más ricos son los ricos, más pobres son los pobres, y la sociedad en su conjunto.

 
Este efecto de “desplazamiento de la carga de riqueza” se puede expresar según el siguiente modelo.


Este modelo significa que cuando cuanto más se encaminen los recursos hacia la clase poderosa, lo que supone mayor empobrecimiento de la sociedad, menor capacidad tiene esta para generar nuevos recursos, y además, se produce un efecto colateral que daña aún más al conjunto de la sociedad, que es la conciencia de la desigualdad, el descontento social, la pérdida de posibilidades educativas, de servicios, etc. No se lesiona sólo a los pobres sino al conjunto del país. En el extremo es lo que sucede en los regímenes dictatoriales en los países del Tercer Mundo. Y entiéndase que la clase poderosa del país no son solo sus dirigentes corruptos, sino Occidente, que absorbe el 80% de la capacidad de recursos de esos países para sostener el tren de vida de los países del hemisferio norte.

 
Pues bien:

 
El desplazamiento desigual de la riqueza, de los recursos hacia un sector individualista en detrimento del conjunto del sistema social está en la raíz del mal en este Planeta. Porque no sólo estamos hablando del desarrollo de las naciones. Hablamos de nuestro comportamiento personal respecto del grupo humano en el que vivimos. “yo frente a los demás”. A esto se llama egoísmo, y Jesús de Nazareth lo resume en “porque tuve hambre y no me disteis de comer”, “estuve desnudo y no me vestisteis”, “tuve necesidad de afecto y me abandonasteis a mi suerte”. Etc. Si este es el juicio final, por el que los seres humanos seremos juzgados, la clave de este comportamiento egoísta radica en el “desplazamiento de la carga” de los recursos.

 
De este planteamiento se desprende, por la Ley de las fuerzas antagónicas, que en el comportamiento humano entran en competencia dos fuerzas, el amor y el egoísmo. El amor nos hace conscientes de que vivimos en un todo orgánico, en un sistema humano donde el bienestar de la mayoría exige el sacrificio de la minoría; es decir, que hemos de renunciar a todo lo que nos apetece tener a costa de detráeselo de lo que en justicia le corresponde a los demás sobre la base de un reparto equitativo. Porque siempre deseamos tener más de lo que nos corresponde, y en una economía de libre mercado, la tentación de acaparar sin tasa es demasiado fuerte como para no caer en ella. Bien es verdad que los mecanismos automáticos reguladores del mercado son los que limitan esta capacidad, salvo para los que han superado la masa crítica de la riqueza, por encima de la cual, la Ley de la acumulación empieza a funcionar estableciendo el vertiginoso bucle reforzador que hace a los ricos y multimillonarios más ricos y adinerados cada vez.

 
Complementario a este desplazamiento de la carga de recursos está el arquetipo del desplazamiento de la carga de los problemas. Si en el primer arquetipo en el centro estaban los recursos a repartir, en este segundo están los problemas a solucionar.

 
El general, el arquetipo rezaría así: “las soluciones a corto plazo hipotecan el sistema a largo plazo”.

 
Es la mejor expresión del denominado “síndrome del corto plazo” u obsesión por resolver los problemas urgentes “ya”, aunque luego tenga efectos negativos para la empresa. Es decir, resolvamos el problema de ahora, que mañana será otro día.

 
El desplazamiento de carga es también sinónimo de la búsqueda de soluciones a corto plazo. Y así se  trata de actuar, cuando se ve que inicialmente se mejoran los indicadores de actividad. Sin embargo, estas medidas no hacen de hecho otra cosa que alterar el funcionamiento a largo plazo de la organización, de las comunidades, de las cosas.

Este es un arquetipo en el que se cae con demasiada frecuencia. Es el arquetipo de la miopía de los seres humanos, tanto en el escenario empresarial, como social, e incluso personal y familiar. Además la sensación de euforia que puede producir el éxito inicial nos nubla la vista, y no nos hace ver las consecuencias a veces devastadoras que este éxito puede tener con el paso del tiempo. 
 
Estas son en definitiva las bases del egoísmo, “deseo para mí lo que le corresponde a los demás”. Es la rotura de la Regla de Oro que nos enseñó Cristo “no desees a los demás lo que no deseas para ti”.

 
El ejemplo más cercano a nosotros de este arquetipo, sin entrar en temas morales es el uso de las tarjetas de crédito. Llevar una de estas en el bolsillo nos hace tener la sensación de que tenemos capacidad adquisitiva para entrar en los grandes almacenes y comprar lo que se nos antoje. Y es verdad, comprar,  podemos hacerlo, damos la tarjeta, registran la compra, firmamos y ya está. El bien es nuestro. Pero luego llega el mes que viene y el cargo de la tarjeta. Cuanto más la usamos, más proporción de nuestro sueldo se nos va en pagar el crédito, hasta que llega un momento en que este bocado puede ser del 50, 60 o 70%, o más de nuestro sueldo. Estamos perdidos y endeudados. Y a no ser que nos venga una inyección de dinero fortuita, o pidamos un préstamo para pagar el crédito, viviremos ahogados indefinidamente.

 
Otro ejemplo, este de nuevo de carácter personal es la automedicación o medicación con receta, sobre todo de medicamentos psicotropos. Estos fármacos suelen tener un doble efecto perverso, la tolerancia y la dependencia. Tolerancia significa que cada vez hace falta mayores dosis de fármaco para lograr los mismos efectos. La dependencia supone que cada vez más dependemos de estos fármacos para simplemente no sentirnos mal. Este doble efecto es el mecanismo biológico de la adicción. Y por aquí nos enganchamos al tabaco, al alcohol, a los sedantes, a los estimulantes, en una palabra, a las drogas. Este efecto de carácter personal está provocando una de las mayores lacras sociales, la drogadicción. La lectura en función del arquetipo de desplazamiento de carga es la siguiente:

El problema es que nos sentimos agitados, agobiados, nerviosos... El tabaco nos aplaca los nervios. Como es así, y no desaparece el problema de la angustia, seguimos fumando. Al final... dos cajetillas diarias. Resultado final colateral... Cáncer de pulmón.

En estos arquetipos, el factor humano juega un papel predominante, porque en el fondo son actitudes humanas vehiculadas por sentimientos de temor o enfado, que provocan respuestas erróneas, pero que no se saben apreciar, si en el análisis buscamos piezas averiadas y no recapacitamos sobre la globalidad, sobre el grupo o la empresa como un todo orgánico.

 
En resumen, el arquetipo de desplazamiento de carga hace que en aras de acumular para nosotros bienes de modo continuo, hipotequemos, no solo nuestra propia viabilidad, sino la del conjunto social donde estamos integrados.
Es decir, al final el ser humano es en lo personal y en lo social víctima de su propio egoísmo. 

 
Este arquetipo que induce la tendencia a la acumulación hace que prevalezca de modo excesivo una de las dos fuerzas antagónicas, a favor propio en detrimento del conjunto. Al final todo fracasa y estalla. Y los imperios siempre caen. 

 
El equilibrio orgánico, la estabilidad económica y social describe Utopía, el Cielo, el estado ideal. El desequilibrio orgánico describe el mundo en que vivimos, donde las fuerzas de acumulación excesivas dibujan una humanidad muy desigual, donde bajo criterio paretiano, el 20% de la sociedad acumula el 80$ de la riqueza, mientras que el otro 80$ de la humanidad se tiene que conformar con el exiguo 20%.

 
Segunda conclusión

 
Leonardo Bof  decía que existen dos tipos de lenguaje, el positivo que explica la realidad natural, y el simbólico que inunda todo el lenguaje del espíritu.
No obstante, los principios que se han expuesto como leyes de las fuerzas primordiales, parecen tener un fuerte nexo entre el mundo de las ciencias positivas y las ciencias de la mente, sociales y del espíritu humano. Hablamos en cualquier caso de términos como fuerza, energía, trabajo, inercia, velocidad, dificultad de avance, roces… Es decir, términos de la Física están permanentemente utilizados para definir actitudes y comportamientos de los seres humanos como individuos, grupo, organizaciones o sociedad.

 
Esto, más allá de ser una utilidad y un recurso para explicar nuestros comportamientos, llega hasta rozar casi, sino ser en si mismos, “isomorfismos” con los modelos físicos. Todo ello desde el enfoque más simplista y sencillo posible. Pero entendiendo la validez de la navaja de Occam, y que los términos fuerza, energía y trabajo han de ser abordados en términos de lenguaje simbólico, empero ese simbolismo permite comprender las complejidades humanas desde supuestos sencillos, al hilo de la navaja “la explicación más sencilla es la más probable”.

 
Explicar lo sutil en términos de fuerzas antagónicas en competencia (no necesariamente buenas o malas, sino complementarias, permite ver claramente los motivos del comportamiento, aún aceptando la existencia de multitud de “variables ocultas” como dice Einstein, que aportan la gran variabilidad del humano comportamiento.

 
Pero como quiera que en el mundo de lo sutil no es preciso llegar a modelizaciones de carácter formal, basta con saber inferir las leyes descritas dentro de lo que es el comportamiento de la mente y el alma humana, y saber que las fuerzas de actitud pasiva nos conducen a los vicios y defectos que hacen incómoda la vida humana, donde el individualismo exacerbado es capaz de generar una inercia caótica que ha desembocado en uno de los mayores males de la humanidad, la pobreza. Y que la solidaridad llevada al extremo de la entrega desinteresada hace de este mundo un lugar hermoso, y nos coloca en el camino de poder conseguir la velocidad de escape de este mundo, para saltar a la unión con Dios.

 
Es igual. La cuestión radica en saber entender el lenguaje teológico y bíblico desde una hermenéutica simbólica, tal que nos permita asociar dicho lenguaje con las fuerzas primordiales, sin caer en lecturas literales que resultan ser absurdas. Esta es la gran tragedia de las Sagradas Escrituras. Lo he comentado con anterioridad. Hasta el propio Evangelio de Jesús sólo tiene sentido si se lee y medita desde el lenguaje simbólico.

 
Pero hacer esta reflexión es posible.