Bienvenida

Amigo/a.
Este es un blog dedicado a ver la vida que nos rodea de otra forma. Vivimos en una realidad totalmente interrelacioneda entre los miles, millones de elementos que la conforman. Y lo hacen en agregaciones sucesivas e integradas denominadas "sistemas".
En un lenguaje razonablemente asequible, pretendo dar herramientas mentales para poder intuir la complejidad de un mundo condicionado por una variable, el tiempo, que inexorablemente nos conduce a un objetivo final, tanto como individuos y como especie.

La página principal contiene las entradas que iré escribiendo, bien de mi pluma, bien referencias de terceros autores sobre temas que están relacionados con la visión holística, sistémica de la vida.

El menú de páginas laterales se basan en los capítulos del libro que escribí hace ya algunos años "Análisis sistémico, su aplicación a las comunidades humanas". Constituyen las bases del pensamiento sistémico que voy a desplegar en este blog.

La página "Indice y referencias" contiene el contenido de las sucesivas páginas sobre sistémica.

La página "Visión general", contiene los principios fundamentales para entender, a modo introductorio el pensamiento sistémico.

Las páginas de la 1 a la 9, despliega cada uno de los contenidos fundamentales del libro que escribí. Su lectura es muy importante para comprender el razonamiento que se irá exponiendo en las sucesivas entradas en la página principal.

Buena suerte. El pensamiento sistémico te cambia la visión de la realidad, abriéndote un escenario hasta entonces desconocido.
Con la visión sistémica del mundo, uno puede ver más allá de lo que perciben los sentidos y la mente convencional es capaz de comprender.

De nada hablaré como maestro, aunque de todo hablaré como entusiasta, como decía Ortega y Gasset, porque pongo por delante que lo que pueda plasmar en este blog no es fruto de ninguna cultura enciclopédica. No soy especialista de casi nada. Pero sí soy generalista, es decir, un profesional (en este caso de la Sanidad y de la Medicina) que aplica el método sistémico a lo que ven mis ojos.

Invito a quien quiera atreverse, a que se embarque en esta forma de pensar. Los resultados pueden ser sorprendentes.





lunes, 1 de noviembre de 2010

1.- Leyes sistémicas

Vamos a abordar ahora el segundo de los pasos, las leyes sistémicas.
Empecemos por el concepto sistémico de "fuerza".


Fuerza: acción entre dos cuerpos que cambia o tiende a cambiar cualquier relación física entre ambos. Vigor, potencia, capacidad de acción o de resistencia física o moral, actividad, energía, intensidad.
 

En el mundo físico se denomina fuerza a cualquier acción o influencia capaz de modificar el estado de movimiento de un cuerpo, es decir, de imprimirle una aceleración. La aceleración que experimenta un cuerpo es, por definición, proporcional a la suma de las fuerzas (o fuerza neta) que actúan sobre él. La constante de proporcionalidad entre la fuerza neta y la aceleración se denomina masa inercial del cuerpo. Estas dos afirmaciones se resumen en la Ley Fundamental de la Dinámica o Segunda Ley de Newton:
Estas definiciones de fuerza son importante tenerlas en cuenta porque suponen la base de mi argumentación de lo que sigue.
Los seres vivos y las comunidades humanas se mantienen operativos mediante el delicado balance entrada y salida del denominado estable. Y en general, el balance se establece mediante la neutralización de fuerzas básicamente opuestas. El predominio absoluto de una de ellas llevaría al desastre total. Por ejemplo, si en el organismo el sistema simpático predominara totalmente respecto del parasimpático, o al revés, la vida sería totalmente imposible. Si en un coche predominara la fuerza aceleradora respecto de la que permite frenar, ante la primera curva el automóvil se lanzaría sin control fuera de la calzada y se estrellaría. Por tanto, si en el mundo físico y biológico que nos rodea la estabilidad que hace posible la vida se basa en la neutralización de fuerzas opuestas, siguiendo un razonamiento sistémico, no sería descabellado generalizar el concepto de balance estable a todos los aspectos de la vida humana, inclusive a los aspectos de la vida afectiva y de relación; e incluso al mundo de lo sutil y espiritual.
 
Los orientales evidencian este concepto a través del Yin y el yang, que suponen  términos con los que se conoce una corriente filosófica de origen oriental que considera el aspecto dual y complementario de todo lo existente en el universo. Cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia. Dentro de cada ser, objeto o pensamiento existe parte de su complemento, y viceversa. De lo que se deduce que nada existe en estado puro. También se conoce con este nombre al símbolo del Tai Chi, de forma circular se divide en dos partes - una blanca y otra negra - que giran una en torno a la otra, y dentro de cada una - en su parte más ancha - un punto con el color de su opuesto. El símbolo representa la complementariedad de Yin y Yang así como su mútua generación. Y además nada es absoluto, en la luz siempre hay un punto de tiniebla, y en las tinieblas siempre hay un punto de luz. Siempre hay un punto de duda, y siempre hay un punto de esperanza.
Este principio que arranca de la propia Naturaleza desemboca en la necesidad de cuestionar el maniqueísmo tradicional de la cultura occidental cristiana por el que los seres humanos estamos inmersos en una supuesta eterna lucha entre el bien y el mal, entre Dios y el demonio. Y de momento parece que la teoría del pecado original tiende a inclinarnos peligrosamente hacia el lado del maligno, del que el único que nos puede salvar es Cristo gracias a su vida, pasión, muerte y resurrección.
El maniqueísmo cristiano, dicotómico, dual, plantean el mundo, la creación inmersa en esa eterna lucha, un estado de guerra espiritual que como en toda guerra lo único que provoca son efectos devastadores entre las víctimas que han de sufrir las violencias de ambos contendientes.
Pero en realidad, lo que realmente sucede es que los seres vivos en su  interacción con el medio se ven obligados a establecer un conjunto de comportamientos en respuesta a los estímulos exteriores. Cualquier amenaza, cualquier ataque, cualquier “input” que nos entre del exterior genera una respuesta, que se materializa en una actitud, y en último término el desarrollo de una fuerza que aplicada en el medio o en los elementos internos del organismo, o de la organización humana permiten bien adaptar el organismo (organización) a las nuevas circunstancias, o bien repeler la amenaza con una fuerza de reacción que la neutralice o disminuya el riesgo a niveles tolerables. Entran en funcionamiento pares de fuerzas dando lugar al eterno binomio “acción – reacción” o pares de fuerzas antagónicas.
A estos pares de fuerzas antagónicas las podemos denominar genéricamente como “fuerzas primordiales”, porque se sitúan en el origen de la viabilidad de la propia vida. Y al referirnos al término vida, estamos hablando de la vida tanto física, biológica, social, personal – afectiva y, lo que puede aparentemente sorprender, “espiritual” o sutil.
Estas fuerzas, aparentemente opuestas, en el fondo son complementarias, porque de su interacción surge la estabilidad que hace posible la vida.

La Ley de las fuerzas antagónicas

 
El abordaje multidisciplinar del desarrollo humano obliga a descender hasta las bases de la Ciencia, para comprender que cualesquiera de nuestras actuaciones en el campo de la vida humana y social, se basan en principios universales que rigen el comportamiento de todo lo que existe, desde los átomos, los cuerpos celestes hasta los mercados internacionales. Y para eso hay que empezar por lo más básico, las leyes de la Física.

 
El ser humano se pone muy contento cuando descubre una ley, puesto que al evidenciarla, de alguna forma siente que da un decidido paso al frente en la comprehensión del mundo que le rodea. Pues bien, con un enfoque sistémico, por el cual, el investigador siempre tiene claro que los patrones de comportamiento de la Naturaleza obedecen a principios comunes a todos los agentes, tan animados como inanimados, es hasta cierto punto sencillo encontrar similitudes que en el fondo son isomorfismos, o patrones de comportamiento que obedecen en esencia a la misma estructura de relaciones. Por poner un ejemplo, cuando una madre trata de sobreprotejer a su hijo haciendo por él lo que el niño debería aprender por sí mismo, en esencia está comportándose de igual forma que un médico que sólo aplica un tratamiento sintomático a un paciente sin atacar a la causa de la enfermedad, o un gerente que trata de aplicar medidas para cubrir el expediente anual de presentar unas cuentas de resultados maquilladas al consejo de dirección aunque ello hipoteque el futuro de la empresa. Detrás de estos comportamientos hay fuerzas que emergen y que compiten por dominar el escenario del sistema que conforma la madre con su hijo, el médico actuando en el complejo sistema orgánico del paciente, o la empresa que dirige el gerente.
Si pudiéramos denominar a estas fuerzas de alguna forma, las denominaríamos “fuerzas antagónicas”. Y son antagónicas porque caminan en sentidos opuestos de una misma dirección. La dirección es el “crecimiento” o “desarrollo”, y los sentidos son el positivo o el negativo.
Cuando ambas fuerzas antagónicas actúan pero ninguna prevalece sobre la otra, el sistema se encuentra en estado estacionario o estable (en inglés “steady state”).
Cuando una de las dos prevalece, el sistema se mueve en sentido positivo “crecimiento positivo”, “evolución”, “desarrollo” o simplemente crecimiento. O en sentido negativo “crecimiento negativo”, “involución”, “decrecimiento” o “recesión”.
Cuando ninguna de las dos actúa, entonces el sistema se encuentra en equilibrio. En los sistemas físicos inanimados esta situación no tiene ninguna repercusión en el futuro del sistema. En los sistemas vivos, esto significa que el sistema ha muerto, ha dejado de funcionar de modo irreversible.
El primer par de fuerzas antagónicas nos las ofrece la Física, y se trata del par “acción – reacción”, o Tercera Ley de Newton.

 
Fuerza es siempre una acción mutua que se ejerce entre dos cuerpos. Según el principio físico de acción - reacción, “si en un punto de un cuerpo se ejerce una fuerza (acción), sobre otro, éste reacciona siempre de modo que sobre el primero ejerce una fuerza (reacción) igual y contraria”.


Con esta definición, nos damos cuenta que cuando queremos mover nuestro coche porque se ha quedado sin batería, nuestra fuerza está siendo contrarrestada por otra exactamente igual que el coche ejerce sobre nosotros al negarse a obedecernos. En este caso estamos luchando denodadamente contra la inercia que hace se mantenga parado. En Física, la situación en la que ambas fuerzas se anulan, con lo cual no se observa ningún movimiento, se denomina estado de equilibrio, y no estado estable, porque en realidad, en el Universo material no hay un solo rincón del cosmos donde no exista ninguna fuerza. Cualquier cuerpo material está sometido a fuerzas, que si se contrarrestan, “parece” que lo hacen permanecer en reposo. Pero abandonando la puridad terminológica, lo que aquí importa es ser conscientes de que la realidad que vemos es así porque constantemente pares de fuerzas están actuando enfrentadamente.

 
En el mundo de la Química tenemos el equivalente del par acción reacción, en la Ley de acción de masas, por la que “la velocidad de una reacción química es proporcional al producto de las masas activas de las sustancias reaccionantes”.  La velocidad de una reacción química es tanto mayor cuanto mayor es la diferencia de concentraciones entre los elementos reaccionantes por un lado y el resultado de la reacción por otro. Cuando ambos extremos alcanzan concentraciones y presiones iguales,  la reacción entra en estado de equilibrio, es decir, que tantas reacciones de unión se producen frente a las mismas de disociación, porque A + B tienden a unirse, pero AB tiende a separarse.
                                       A + B ↔ AB

 
Volviendo a la física que ven nuestros sentidos, nos sonará aquello de  fuerza centrífuga y fuerza centrípeta, que es el estado en el que nuestros satélites artificiales orbitan nuestro planeta, o la Luna gira alrededor de la Tierra, o la tierra alrededor del Sol, o una piedra gira alrededor de nuestra mano, sujeta por una honda, etc. La fuerza centrípeta es simple y llanamente la fuerza de gravedad, mientras que la fuerza centrífuga es su opuesta, que consigue hacer estable y posible el Universo a base de movimiento angular continuo. Y un último ejemplo, recordemos cuando hacíamos la mili, al disparar una pistola, cómo a la fuerza que imprime velocidad a una bala, se opone otra en sentido contrario, que nos tira de la mano para atrás, en el momento de producirse la detonación.

 
Las estrellas lucen y en nuestro caso el Sol nos da calor cada mañana gracias a que el horno estelar se encuentra en un estado de razonable equilibrio de fuerzas entre la fuerza de gravedad que tiende a colapsar la inconmensurable masa de gas de la estrella, y la fuerza explosiva de las reacciones termonucleares de fusión, que tienden a que ese mismo gas salga despedido cuando se libera la terrorífica energía originada al fusionarse dos átomos de Hidrógeno en uno de Helio . Durante los diez mil o más millones de años que una estrella normal permanece estable, ambas fuerzas están estabilizadas. Cuando el horno nuclear se agota, y todo el Helio se ha transformado en Oxígeno, Carbono o Hierro, la fuerza de gravedad vence a la expansiva, la estrella se colapsa y en un último grito de dolor, estalla en mil pedazos (es un decir) convirtiéndose durante unos pocos días en una bellísima nova o supernova.

 
En conclusión, el objetivo de esta breve exposición de nuestro mundo físico es hacer comprender que el mundo material físico, inanimado es como es porque la Ley de fuerzas antagónicas está permanentemente actuando. Y todo ello gracias a la conversión de energía en materia. Pero dejemos esto, pues nos conduciría a abordar temas de Termodinámica, y no es la cuestión aquí .
Si pasamos a los seres vivos, las fuerzas antagónicas están también en la base de la vida. En los seres vivos hablar de equilibrio sería lo mismo que hablar de muerte. Un ser vivo se mantiene vivo  gracias a que su organismo está permanentemente intercambiando materia, energía e información con el entorno. Es un sistema abierto, que necesita comer, incorporar materia del exterior, que transforma en energía necesaria para mantener permanentemente funcionando todos sus subsistemas biológicos. Tanto entra como sale de él. Así que las mismas fuerzas que actúan introduciendo materia energía e información en el interior se compensan con otras que en sentido contrario hacen que salga al exterior materia, energía e información.

 
Interiormente, nuestro organismo tiene sistemas de autorregulación de las funciones denominadas vegetativas y de homeostasis, que sin entrar en demasiadas explicaciones, permiten mantener nuestro medio interno dentro de márgenes de viabilidad. Entre ellos, nuestro sistema nervioso dispone de lo que en Fisiología se denomina Sistema nervioso vegetativo, y este se comporta generando dos fuerzas antagónicas, una que tiende preferentemente a acelerar las funciones del organismo (el sistema simpático), y otra que tiende a decelerar esas mismas funciones del parasimpático o vagal) . (En realidad no es tan drástica la separación entre función aceleradora sólo del simpático y deceleradora sólo del parasimpático, pues ambos comparten acciones aceleradoras y deceleradoras, pero valga aquí esta académica separación a lo que nos ocupa) ambos sistemas nerviosos vegetativos se comportan como el acelerador y el freno de un automóvil. Hacen falta los dos.


Si el automóvil sólo dispusiera de freno, (parasimpático), el vehículo no se movería jamás, las funciones orgánicas estarían permanente frenadas. Si sólo tuviera acelerador, el automóvil adquiriría una velocidad tal, que consumiría todo el combustible, no podría detenerse o decelerar ante algún peligro, y montarse en ese vehículo sería un auténtico suicidio. De la misma forma, con sólo el sistema simpático, las funciones orgánicas estarían tan aceleradas, que el organismo no podría reposar jamás, el consumo de energía sería insostenible, y al final el organismo moriría de agotamiento de fuerzas, de energía y de recursos consumidos para satisfacer las insaciables exigencias de unos órganos permanentemente desquiciados.
 
En resumen, vemos que nuestro Universo y nosotros mismos vivimos y existimos gracias a ese conjunto de pares de fuerzas antagónicas que opuestas, hacen que sea posible, tanto el movimiento como la estabilidad, tanto la vida, como la muerte, tanto la luz, como la oscuridad.

 
Es la filosofía oriental del Yin y el Yang, donde las fuerzas en realidad no son antagónicas, sino complementarias. Ambas se necesitan mutuamente para que sea posible la existencia. No son buenas unas y malas otras. En realidad el bien y el mal no existe en la Naturaleza, son percepciones subjetivas, no realidades objetivas. Es bueno lo que favorece la vida y su crecimiento, y es malo todo aquello que la frena o la pone en peligro. Pero esa percepción es individual y relaciona cada cual con el entorno. En su conjunto, si por buena es una fuerza que genera crecimiento, por mala sería aquella que genera minoración, involución. Veremos que esta es una visión muy personal del proceso general de devenir de la vida y de la existencia.


La ley del predominio alternativo
 
 En esencia, las fuerzas antagónicas no están en perfecto equilibrio o estabilidad, sino que en cualquier momento prevalece una sobre otra, pero de modo efímero. Esta es la cuestión, que no se da un equilibrio perfecto o una estabilidad perfecta. Afortunadamente, siempre hay una fuerza que prevalece sobre la otra, lo suficiente para que las funciones se puedan llevar a cabo, pero sin que esa prevalencia distorsione de tal modo el conjunto del sistema, que se produzcan desequilibrios tales o inestabilidades tales, que al final, el sistema sea inviable.
El binomio acción - reacción tal cual haría imposible el movimiento, si en un determinado momento una de las dos fuerzas no prevaleciera sobre la otra. Cuando un automóvil logra vencer la inercia que le mantiene en reposo se mueve, siempre que la fuerza motora prevalezca sobre la fuerza de gravedad que tiende a mantenerle pegado al suelo y sin moverse, en la medida que tenga bajo el una plataforma que evite se hunda en los abismos en dirección al centro del planeta. Un avión se mantiene en vuelo en tanto que la fuerza impulsora de sus reactores permita que sus planos mantengan igualadas las presiones de sustentación y de gravedad gracias al desplazamiento. Es decir, gracias a la prevalencia de una fuerza respecto de su complementaria, el desplazamiento es posible.
En el Universo aparentemente inmutable ante nuestros ojos, esto no se ve en el horizonte temporal de nuestra vida. El Sistema Solar es así, con nueve planetas orbitando alrededor del Sol, hace cuatro mil millones de años. Siempre es así, parece inmutable, las distancias son las mismas si excluimos las variaciones inducidas por las diferentes excentricidades, cuyo comportamiento descubrió Johannes Kepler en el siglo XVII. La regla de las áreas dan fe de que en la órbita de un planeta que no sea perfectamente circular, cuando el planeta se acerca al Sol, hace falta que la fuerza centrífuga se incremente para compensar el incremento de la fuerza centrípeta, y cuando el planeta se aleja, es necesario disminuir la velocidad, para conservar estable la órbita. Luego en según qué momento prevalece una fuerza sobre la otra, originando el inmediato incremento o disminución de la otra para mantener el sistema estable.
En el ámbito de los seres vivos esto es así de modo evidente. Por ejemplo, cuando se produce un incremento de actividad parasimpática, lo que permite por ejemplo la vasodilatación de los capilares superficiales de la piel para disminuir la temperatura interna y liberar así el exceso de calor, una vez liberado dicho exceso, el sistema simpático induce la correspondiente vasocontricción para que no se pierda excesivo calor, poniendo en peligro la homeostasis del organismo.
La vida es posible porque los sistemas ejecutan funciones gracias a que en determinados momentos se producen inestabilidades que permiten que unas fuerzas prevalezcan sobre sus complementarias. Pero estas inestabilidades son tanto más contrarrestadas por las fuerzas antagónicas complementarias cuanto más intensas son. Y esto es así porque si los desequilibrios o inestabilidades superan un determinado umbral, el sistema se hace inviable y termina destruyéndose. Si a un satélite artificial  se le imprime una fuerza centrífuga que descompense suficientemente el equilibrio con la fuerza centrípeta, el ingenio terminará por alcanzar la velocidad de escape y se perderá en el espacio. Esto ocurre cuando la NASA da por finalizada la vida útil de un satélite artificial, finalmente enciende sus motores para que el satélite se pierda en el espacio y sea capturado por el Sol. Por contra, si una vez puesto en órbita se le deja libre sin acciones correctoras de la órbita de aparcamiento, paulatinamente irá perdiendo altura, puesto que la Tierra tenderá a atraerle lenta pero inexorablemente, hasta que termine siendo atraído a la superficie. Esto ocurrió cuando el Sky Lab y la MIR se precipitaron a la Tierra tras terminar su vida útil.
En conclusión, la prevalencia efímera de las fuerzas respecto de sus antagónicas es lo que hace posible el mundo material que ven nuestros ojos, y del que nosotros formamos parte.
Esta ley de la prevalencia efímera es la que habitualmente se conoce como ley del péndulo. Esto lo entiende la gente fácilmente. Un péndulo se balancea de un extremo al otro gracias a que el movimiento continuo permite sortear alternativamente la fuerza de la gravedad.
En el contexto socio económico, las fuerzas antagónicas que prevalecen efímeramente unas sobre otras dan lugar a los ciclos, de la misma forma que las fuerzas de gravitación dan lugar a los ciclos orbitales y estacionales en la Tierra, o las fuerzas que gobiernan nuestro organismo vivo dan lugar a los ciclos hormonales, circadianos y en general a los ciclos biológicos.
Es decir, la prevalencia alternativa de fuerzas, la Ley del péndulo da lugar a los ciclos. Y estos ciclos permiten la existencia en todos los sentidos.
Esta es la base del desarrollo.
La conjunción de ambas fuerzas establece en prácticamente todos los escenarios reales una situación que “tiende a la estabilidad”, pero que casi nunca la alcanza. De hecho, la estabilidad perfecta nunca se alcanza. Los ciclos son la expresión final de esa prevalencia alternativa de fuerzas, donde la estabilidad es un límite asintótico, o se alcanza en un instante como el momento del equinocio, para luego volver a desestabilizarse.
La prevalencia alternativa de las fuerzas tiene su fundamento sistémico en los denominados bucles de realimentación, que pueden ser positivos o negativos. Los bucles de realimentación positivos son aquellos donde las variables que los componen se refuerzan entre sí, de modo que cuando una aumenta, provoca el aumento de la siguiente, esta de la siguiente y así hasta que la última refuerza a la primera.
Este tipo de bucle también se denomina bucle reforzador, y la consecuencia matemática de este comportamiento es el denominado “crecimiento exponencial”, basado en la ecuación y = aebx  o y = ae-bx





Este comportamiento es el responsable del crecimiento de los sistemas, tanto físicos, como biológicos, como sociales, demográficos y económicos.
 

En el otro extremo están los bucles de realimentación negativos; aquellos donde el crecimiento de una variable implica el descenso de otra, de forma que se produce una tendencia a alcanzar un estado estable, tras sucesivos ciclos amortiguadores.

 

En realidad, los bucles reforzadores aislados no existen, porque son física y biológicamente imposibles. No existe ninguna posibilidad de crecimiento ilimitado. Tampoco existen de modo aislado los bucles compensadores, porque ello desembocaría en un estado estable, que pareciendo deseable, sin embargo bloquearía cualquier tipo de proceso adaptativo. Ambos bucles, compensadores y reforzadores se presentan en la naturaleza asociados y relacionados de modo tal que siempre hay uno que prevalece sobre el otro, pero ambos se controlan y se vigilan. Cuando uno de ellos prevalece de modo irreversible, el sistema o bien estalla en mil pedazos por prevalencia del bucle reforzador, o entra en una vía muerta que le incapacita para cualquier proceso adaptativo. En cualesquiera de los casos el sistema muere, bien por crisis o bien por lisis. 

En realidad la ley de la prevalencia efímera, la ley del péndulo es la expresión simple de una afirmación más profunda, la prevalencia alternativa de ciclos de crecimiento y ciclos de recesión.
En el mundo físico esto tiene como expresión la fuerza expansiva del crecimiento vegetativo, y la fuerza compensadora de los recursos limitados.
El ejemplo más claro lo tenemos en el crecimiento demográfico, donde a más nacimientos, más incremento de la población, pero a la vez, a más población, mayor consumo de recursos, que siendo limitados, y también limitada la capacidad de regeneración agrícola, ello hace que más tarde o más temprano la población se estabilice, o incluso disminuya por las hambrunas, hasta que comience un nuevo ciclo expansivo.






Un ejemplo especialmente demostrativo de lo dicho, más tarde se abordará al tratar en el abordaje biológico del crecimiento, es la competencia entre especies.



Este modelo, desarrollado por Volterra y Lotska en 1931, describe como las poblaciones de zorros y conejos dependen entre sí para mantener un crecimiento estable, porque cuando una de ellas prevalece la otra responde. Si aumenta la población de zorros, disminuye la de conejos hasta un límite en el que los zorros comienzan a morir de hambre por escasez de conejos. La disminución de zorros permite a los conejos reproducirse con más intensidad a disminuir la presión de los predadores, hasta comenzar un nuevo ciclo.
Estas son las bases sistémicas del desarrollo. Se cumple siempre, aunque las diferentes circunstancias hacen que el comportamiento difiera y parezca que nos encontramos ante fenómenos diferentes. Pero no es así.
De hecho, lamentablemente, las leyes sistémicas son, diríamos, que contrarias aparentemente a la utópica igualdad entre los seres humanos. El noble deseo de que los hombres sean todos iguales, y que nadie fuera más poderoso o rico que otros, que no hubiera pobres, es materialmente imposible, y no es esta una afirmación basada en la maldad de los hombres, en el pecado (aunque también), sino en el comportamiento cíclico de las fuerzas antagónicas que rigen nuestro destino.

 
En Economía existe una Ley que es la que proclama el crecimiento económico de escala (hacer economías de escala, se dice), que no es sino la afirmación de que cuanto más dinero se tiene, más se gana. Cuanto mayor es la capacidad de producción, más económica sale cada unidad, y mayor cuota de mercado se adquiere en detrimento de aquellos que tienen menos capacidad económica y de recursos tecnológicos o de know how. Este comportamiento justifica la tendencia a la concentración de poder en manos de los que más capacidad tienen para dominar el mercado. Es decir el libre mercado tiende por sí mismo a la heterogeneidad, al incremento diferencial de la riqueza entre pocos ricos que acaparan de forma paretiana cada vez mayor proporción del producto interior de un país o de cualquier comunidad humana, frente a una cada vez más amplio segmento de la sociedad con menos recursos e incapaz de competir con los poderosos.

 
La vida en realidad es así. El Universo es así. Aunque también es verdad que la Creación no admite campeones vitalicios. Más tarde o más temprano, la vida pasa factura, a veces de forma catastrófica.
Pueden parecer ejemplos que no tienen nada que ver, pero en el fondo presentan similitudes, isomorfismos en terminología sistémica. Se trata de ver cómo la Naturaleza aparentemente favorece la Ley del más fuerte en contra de los débiles, y de cómo eso es sólo aparente, el único problema es el horizonte temporal en el que se miden los acontecimientos.
El primer ejemplo lo ofrece la formación de las estrellas y de sistemas planetarios. Las estrellas surgen de la progresiva acumulación de gas interestelar, en un 99,9% Hidrógeno, que tienden por la fuerza de gravedad a concentrarse progresivamente en torno la una gran esfera primigenia de gas cada vez más denso y concentrado. A lo largo de millones de años – millones de años – el gas se va concentrando, tanto más rápida y masivamente cuanta mayor cantidad de gas exista. Llega un momento en que la concentración de gas es tan grande y la densidad tan descomunal, que la temperatura, que aumenta con la presión interna del gas, supera el umbral de las reacciones termonucleares (millones de grados centígrados), y comienza la ignición de la recién nacida estrella. A partir de ese momento, durante miles de años, la estrella arrojará millones de toneladas por segundo de gas incandescente, alimentando de luz y calor el espacio cercano. Después de miles de millones de años, la estrella termina muriendo de diversas formas, si es poco masiva simplemente se enfría, convirtiéndose en una enana blanca o amarilla. Si es extremadamente masiva, la fase final puede ser explosiva, estallando en una descomunal explosión denominada “Supernova”, que tras cientos de millones de años, podrá dar lugar a un sistema planetario. La conclusión en este caso es que inicialmente el predominio de la fuerza centrípeta genera un bucle reforzador, a más masa, más masa es atraída. Pero esta tendencia no es eterna. Llega un momento en que bien por agotamiento del gas interestelar disponible, bien por la presión interna de la propia masa protoestelar, el ciclo se invierte y, encendiéndose la estrella, comienza a arrojar el excedente de masa mediante la combustión del Hidrógeno por reacciones de fusión.


En el caso de los sistemas planetarios el gas interestelar se reparte entre varios cuerpos celestes, gas hidrógeno en el centro, que formará la nueva estrella de segunda generación, y pequeños cuerpos más o menos sólidos, que formarán los planetas. El resto del disco de gas, se queda a penas sin materia, que se concentra en manos de unos pocos que acaparan el 90% o más de la nube. Pero al final, con la muerte de la estrella, reventada, el imperio del Sol se extingue, quedando sólo los restos del antiguo imperio.

 
Fuerzas activas y pasivas

 
En general, las fuerzas antagónicas tienen también actitudes activas y pasivas. Llamaríamos fuerzas de actitud pasiva, aquellas que funcionan a favor de una inercia natural de los sistemas. Así, todas las fuerzas que actúan a favor de la ganancia de entropía, de alguna forma actúan a favor de la gravedad, del peso, de la inercia pasiva hacia la detención, hacia el equilibrio, hacia el estado más caótico. Denominamos fuerzas activas a aquellas que actúan en contra de la ganancia de entropía, en contra de la fuerza de gravedad, las que generan un trabajo de organización, de orden, de estabilidad sobre la base de un balance equilibrado de entrada y salida y, lo que es más importante, las que hacen posible el hecho de la vida.
El predominio absoluto de las fuerzas pasivas desembocaría en la muerte térmica, el máximo grado de entropía y de desorden, es decir, en la muerte.
El predominio absoluto de las fuerzas activas, a parte de ser físicamente imposible, termodinámicamente imposible, desembocaría en una paradoja inviable en un mundo limitado por la economía. El crecimiento indiferenciado y explosivo también mata por agotamiento de los insumos. En física, el predominio de la fuerza ascendente en un cohete hace que superado un límite de velocidad y altura, se supere la velocidad de escape y quede fuera del alcance de La Tierra, … pero no del Sol. Es decir, siempre hay una fuerza pasiva que actúan sobre los sistemas. Y siempre hay una fuerza activa (reactiva) que la compensa y permite el movimiento y en definitiva el estado estable, es decir, la supervivencia del sistema, tanto físico como biológico, como social.
En el ser humano el ejemplo más paradigmático de este binomio o par de fuerzas es el individualismo vs la solidaridad.

 
El individualismo es una fuerza pasiva que tiende a que el hombre, el individuo piense en su propio beneficio como individualidad. Trata de maximizar su autonomía e independencia, y en el extremo, trata de satisfacer sus individuales apetencias. 

 
La solidaridad se comporta como una fuerza activa que lucha por mantener cohesionada la colectividad, el grupo humano, la familia, la organización, el país. Lucha contra el individualismo porque exige el sacrificio de renunciar a una significativa parcela de independencia con tal de contribuir al bienestar del conjunto. El bienestar de la mayoría requiere el sacrificio de la minoría y hasta de uno solo.

 
En las diferentes capas de agregación social funcionan este par de fuerzas. El individuo frente a la pareja; la pareja frente a la familia; la familia o el grupo frente a la empresa (los lobbies); la empresa frente a la sociedad; la sociedad local, regional frente a la nación; la nación frente a la comunidad internacional. Y en el plano estrictamente biológico también, la célula frente al tejido en el que está integrada; el tejido frente a los órganos y al propio organismo (cáncer).

 
Ambos, individualismo y solidaridad han de existir para que el sistema humano permanezca estable. Sin embargo en el extremo, el individualismo llevado al extremo se transforma en egoísmo, cuando para satisfacerlo, se ataca los derechos de los demás y se rompe la equidad, y la solidaridad cuando se eleva a rango de virtud, se denomina “amor”, entendiendo como amor, la actitud entregada de compartir la vida con los demás, aún asumiendo sacrificios personales a favor del bienestar y la felicidad del otro, es decir “simbiosis”.

 
Primera conclusión

 
El desarrollo nunca es lineal, siempre se soporta en los ciclos de alternancia acción - reacción, crecimiento – recesión, evolución – involución, vida – muerte.

 
Es así, y sólo así la vida es posible.

 
Si no logramos entender estos principios fundamentales, jamás entenderemos cómo es nuestro mundo y por qué se producen los acontecimientos que nos muestran los informativos televisados o la prensa escrita.

 
Por tanto, las teorías dicotómicas, maniqueas que dividen la existencia entre el bien y el mal, entre lo positivo y lo negativo, a parte de que condenan a la existencia a vivir en un permanente estado de guerra que no lleva a ninguna parte, creo, suponen un escalofriante engaño. La única fuerza “maligna”, si es que se la puede llamar así es la que emana de la Segunda Ley de la Termodinámica, “la entropía de un sistema tiende a aumentar siempre”. Lo que define a la vida en el Universo como una permanente “lucha contra el caos”. Pero el caos es sinónimo de quietud, de parada total de movimiento, y de desorden completo, de descomposición, de nada. En el extremo, “la muerte térmica del Universo”.

 
Es mucho más lógico un Universo en el que los seres de especies inteligentes surgen de un genotipo y un morfotipo en el que los componentes protoencefálicos inducen a un comportamiento instintivo de ataque defensa, propio de las especies animales en lucha por la supervivencia, y que el componente consciente puede, de no ser dominado por el aprendizaje social y ético, desembocar en un comportamiento voluntariamente agresivo y antisocial, donde el agresor invade la libertad de los demás, generando malestar social y personal. Esto se califica como malo, y la religión cristiana como “pecado”. Efectivamente, el paso del comportamiento competitivo inconsciente, instintivo a consciente, con intencionalidad, es lo que imprime moralidad a nuestros actos, sobre todo cuando las fuerzas pasivas individualizadoras se asientan como un comportamiento deseado.

 
Los tres principios de la economía

 
Las tres leyes de fuerza que hemos revisado, suponen la base sistémica de las tres leyes fundamentales de la teoría económica, ya formuladas por David Ricardo a comienzos del Siglo XIX, la ley de rendimientos decrecientes, la ley de rendimientos de escala y la ley de acumulación de Adam Smith.
Aunque son leyes económicas, en el fondo son leyes sistémicas, afectan a todos los sistemas biológicos y humanos. En realidad la Economía supone una visión razonablemente concreta de las interacciones sistémicas entre los seres humanos, en la que los recursos económicos y materiales tienen especial importancia. Pero estas leyes son aplicables en cualquier contexto donde la gestión de recursos escasos sea un imperativo, bien se trate de materias primas, de dinero, de recursos humanos, de oxígeno y aminoácidos o de capacidad creativa para solucionar problemas, que también parece agotarse a veces.

 
La ley de rendimientos decrecientes dice que dadas las técnicas de producción, si a una unidad fija de un factor de producción le vamos añadiendo unidades adicionales del factor variable, la producción total tenderá a aumentar a un ritmo acelerado en una primera fase, a un ritmo más lento después hasta llegar a un punto de máxima producción, y, de ahí en adelante la producción tenderá a reducirse.

 
La Ley de rendimientos de escala dice que cuando una empresa utiliza ciertas cantidades de factores para obtener un cierto volumen de producto los rendimientos de escala son decrecientes cuando un aumento relativo de todos los factores de uno por ciento implica un aumento relativo del producto de menos de un por ciento. Y son crecientes cuando el producto aumenta más que un por ciento.

 
La ley de acumulación se puede enunciar como que al incrementar masa económica y capacidad de producción, la progresiva disminución de costes permite incrementar la producción, las ventas y los beneficios, lo que genera un bucle reforzador, “dinero llama a dinero”, masa llama a masa, hasta alcanzar un límite crítico.

 
En todas estas leyes de comportamiento económico está detrás la Ley de fuerzas antagónicas y la de predominio alternativo de una de ellas. Cuando predomina la ley de rendimientos de escala crecientes, dominan las fuerzas expansivas que permiten crecer, evolucionar positivamente. Cuando rige y predomina la ley de rendimientos decrecientes o de escala decrecientes, predominan las fuerzas recesivas que imprimen estabilidad a los sistemas.

 
Aunque este discurso parezca que es exclusivo del mundo de la economía, en el fondo está en la base del comportamiento de la vida y de los seres humanos. El mundo de lo visible se rige por estas leyes, en todos sus aspectos.

 
El tránsito de lo tangible a lo intangible, del mundo material al mundo sutil del espíritu, también.

 
En la base del mundo material está el principio de entropía, el que hace que todo tienda al equilibrio final de la estática, de la quietud, de la muerte térmica, cesa todo intercambio de energía, el caos absoluto se establece, y nada puede tener ni energía, ni fuerzo ni capacidad, por tanto, de realizar ningún tipo de trabajo.

 
En la base del plano espiritual está el principio de entalpía, La Entalpía, desde el punto de vista físico es la cantidad de energía de un sistema termodinámico que éste puede intercambiar con su entorno. Desde un punto de vista más general sería el punto omega de la vida, o estado ideal en el que el orden absoluto pudiera ser mantenido sin un esfuerzo ilimitado. Sería la victoria definitiva sobre la muerte térmica, sobre la entropía. A ese estado ideal en el que la vida triunfa definitivamente sobre la muerte, lo denominamos “Paraíso”, “Cielo” o “Reino de Dios”.

 
La lucha de la vida consiste en despegar de un estado altamente entrópico, y tender con un derroche cada vez más importante de energía hacia un estado cada vez más “entálpico”, más ordenado, más perfecto. En este proceso compiten fuerzas antagónicas     que prevalecen alternativamente unas sobre otras hasta que finalmente vence una de ellas. Si vencen las fuerzas recesivas los sistemas mueren, y si vencen las fuerzas preactivas, la vida evoluciona hacia estados de mayor fortaleza y complejidad.

 
Todo lo explicado se resume en la siguiente gráfica.


 

El esfuerzo por crecer ejerce una acción dinámico específica que vuelve inestable el sistema (1) y le permite incrementar su complejidad y sus capacidades. Se produce el crecimiento cada vez más rápidamente. Domina la fuerza proactiva que produce rendimientos de escala crecientes. Funciona la fuerza de acumulación que incrementa la estructura y las capacidades, así como el consumo de recursos. Tanto más se crece cuanto más recursos se consume.

El incremento de consumo de recursos produce un enlentecimiento del crecimiento (3), cada vez cuesta más incrementar una unidad el rendimiento o el crecimiento respecto del tiempo que se invierte en obtenerlo y lo que cuesta en consumo, hasta que llega un momento en el que se estabiliza éste, igualándose las fuerzas de entrada y las de salida. Tanto entra, tanto se consume como se gasta. Y se llega a la meseta .

 
En este punto de estabilidad se podría continuar indefinidamente si no hubiera otras fuerzas que intervinieran. En el extremo se podría llegar a la estabilidad de una tendencia sinusal. Este comportamiento sinusal da origen a los ciclos. En un mundo estable, la vida se comporta en base a ciclos que se repiten indefinidamente, mientras los parámetros básicos del entorno no se alteren demasiado. Este comportamiento cíclico hace posible la vida. Lo vemos en el devenir de las estaciones climáticas, en los ritmos circadianos de los seres vivos, en los ciclos noche y día, en los ciclos económicos (“todo lo que sube, baja y todo lo que baja, sube”). La vida no es lineal, sino cíclica. Si los parámetros de entorno cambian pueden incluso inducir ciclos progresivamente amortiguados, pero casi nunca, por no decir, nunca, desembocan en un comportamiento inmutablemente plano . Por otra parte, la vida en general no admite campeones vitalicios. Este es gran problema, que en el mundo material la Segunda Ley de la Termodinámica siempre termina haciendo que la entropía venza y los sistemas se degraden hasta morir. La lucha contra el caos es siempre una batalla perdida, sistema a sistema, individuo a individuo.

 
No obstante, en un contexto temporal limitado caben otras posibilidades.

 
La mejor de las posibilidades es lo que se denomina un salto de escala. Es decir, el hallazgo de un proceso de producción de materia y energía que mejore significativamente del rendimiento y la eficiencia de todo el sistema. Si esto se consigue, el organismo inicia un nuevo ciclo productivo y vital desde nuevas coordenadas, desde nuevos parámetros sistémicos, que le permiten volver a iniciar un ciclo de rendimientos crecientes. Ha hecho “economía de escala”, hasta que vuelva a repetirse el enlentecimiento por razones similares al ciclo anterior. (6) A esto se le denomina en Biología “mutación”. Cuando una especie sufre una mutación favorable (pocas veces ocurre, la mayoría son desfavorables), de repente (unos cuantos cientos o miles de años), adquiere la capacidad adaptativa de manejar en condiciones mucho más favorables el entorno. Estas mutaciones no se dan en todo el conjunto de la especie, sino en un subgrupo reducido de individuos. Esto provoca un conflicto, un agravio comparativo entre los más fuertes (adaptados) y la gran mayoría que no ha mutado. En la historia humana estos cambios súbitos provocan  conflictos a veces dramáticos en todo lo que se califica de “resistencia al cambio”, bien expresada por Maquiavello en su ya clásica advertencia al osado príncipe que pretende cambiar los estatutos de su reino, lo que provocará la oposición de todos los que saben que van a perder con el cambio sus prebendas y bagatelas, y acaso el tibio apoyo de aquellos que se imaginan pueden ganar algo.

 
Veremos cómo el paradigma de una descomunal catástrofe provocada por un cambio trascendental en la Historia lo sufrió en sus propias carnes Jesucristo.
La siguiente posibilidad es una perdida de productividad, un decaimiento de la capacidad productiva o bien el envejecimiento del sistema. Pero en determinados entornos, cabe la posibilidad que ante el declive el sistema en su conjunto sepa reaccionar a tiempo, antes de sobrepasar el límite de “overshoot” o sobrepasamiento, (límite tras el cual el colapso es inevitable, aunque no se produzca inmediatamente). Y al final se consiga hacer economía de escala y encontrar un proceso productivo de mejor rendimiento y eficiencia tal que permita entrar en un nuevo ciclo.

 
Y por último también cabe la posibilidad  de que el colapso sea inevitable, y el envejecimiento progresivo sobrepase el límite de la viabilidad hasta el colapso final y total. (8) Esto es lo que sucede con los individuos vivos. Todo organismo vivo al final muere. Lo que sucede es que la genética y los sistemas reproductivos permiten “crear” nuevos individuos que perpetúan el ciclo.
En conclusión, la competencia de fuerzas antagónicas, proactivas y reactivas, en el mundo material, puede mantenerse siempre que procesos termodinámicos irreversibles permitan un consumo de energía suficiente como para mantener la complejidad de los sistemas, igual que el consumo de combustible permite mantener a un reactor en vuelo siempre que los reactores escupan continuas e ingentes cantidades de gases de propulsión. La disminución de la presión de escape de los gases implica la pérdida de altura inexorablemente.

 
Las fuerzas reactivas no son “moralmente malas”, así como las fuerzas proactivas no son “moralmente buenas”. El predominio absoluto de las fuerzas proactivas, aquellas que impulsan el crecimiento provocan, entre otras cosas en los seres vivos enfermedades como el cáncer, donde un grupo de células incontroladas crecen sin control hasta que consumen todos los recursos del organismos hasta matarle a él y, lógicamente al propio cáncer. Porque el factor limitante del crecimiento son los recursos que requieren. De la misma forma, el predominio de fuerzas reactivas inducirían a la parálisis y a la degeneración del organismo, pero ambas combinadas y estabilizadas hacen que la vida y el crecimiento orgánico sea posible.

 
De haber algo malo es la “intencionalidad” de que una de las dos fuerzas predomine absolutamente sobre la otra; esto dentro del entorno del mundo físico, biológico y social. Tan moralmente malo es el afán destructor de los actos de guerra, como el desarrollo económico ciego y desenfrenado.
Lo negativo, “lo malo” es simplemente la fuerza de “parálisis”, de quietud, de gravedad, de muerte térmica. 

 
Lo positivo, lo bueno es la energía transformada en trabajo que permite crecer, levantar el vuelo, mejorar, evolucionar.

 
En el contexto material, tangible, somático, la batalla, en el extremo (a miles de millones de años de distancia en el futuro) está termodinámicamente perdida.

 
Lo explicado, en resumen, expresan cómo las tres leyes económicas (sistémicas) que gobiernan los rendimientos de la actividad humana / biológica marcan el devenir de los sistemas biológicos / humanos.

 
En el contexto sutil la cosa es totalmente diferente.

 
Ley de los límites

 
En Termodinámica se habla de dos límites extremos, la entropía y la entalpía. El Universo que vemos y que hasta ahora se acepta como causa de su origen el Big bang, se debate entre la energía necesaria para lograr un mínimo de entropía, es decir un máximo de entalpía o complejidad (donde la vida se sitúa en el clímax de esa complejidad cósmica, y el ser humano o demás especies inteligentes alienígenas, en su coronación, hasta donde sabemos), y la tendencia a retornar al estado de desorden que espontáneamente y de modo inercial se tiende siempre que la energía necesaria para mantener la complejidad de los sistemas no se obtiene suficientemente.

 
En el escenario del Cosmos, la cosa rige así. Dos límites, entropía absoluta o muerte térmica y entalpía absoluta de orden “infinito” físicamente inalcanzable.

 
La Ley de los límites rezaría más o menos así: “Los límites termodinámicos son teóricos e inalcanzables. El límite inferior es inercial y el superior exige un consumo de energía infinito”

 
Ambos límites a día de hoy creo que se aceptan como límites teóricos que nunca se alcanzan. El límite inferior de entropía máxima se sitúa en una temperatura de -273 grados Kelvin o Cero absoluto. El límite superior de entalpía máxima es literalmente infinito, cualquier temperatura imaginable (miles de millones de grados o mucho más).

 
Leyes del mundo racional

 
En el contexto sutil, sin embargo, podríamos imaginar que los límites extremos se podrían asimilar al “infierno” o cero absoluto, o ausencia total de Dios, y el “Cielo” o entalpía máximo – infinita, o presencia plena de Dios. Esto suena muy raro dicho así, pero si se reflexiona un poco, creo que puede llegarse a comprender.
¿Qué pasa si el amor se asimila a la “energía” de relación entre seres humanos, de la persona con su entorno físico, biológico, personal y social?
Si esta forma de ver las cosas fuese, al menos desde una perspectiva de modelos mentales, tolerable, se podría explicar un conjunto nada despreciable de cosas.

 
La primera que los límites del alma humana se sitúan entre la total falta de amor, lo que supondría un auténtico infierno, y la presencia plena de Dios, que supondría el Cielo eterno. En el medio, la vivencia de una vida transitoriamente biológica, sujeta a las leyes naturales (incluidas las de la Termodinámica y demás leyes primordiales que resultan en las leyes de la  economía.

 
El anhelo del ser humano de crecer hacia Dios es la tendencia innata de superar con la ley preactiva del amor, la tendencia al caos afectivo.
¿Denominamos a las fuerzas recesivas generadoras de mal y de pecado? Esta bien, que se llame así.

 
¿Está inducido por un ser perverso llamado Lucifer?

 
Esta es la mitología cristiana y musulmana. Pero salvo el terror al más allá no aporta ninguna solución al problema. Simplemente es una forma mitológica de explicar el mal del mundo.


Esto nos lleva a reflexionar sobre el simbolismo de textos religiosos, que suponen otro tema de reflexión.

 
Ley del corto plazo

 
Cuando pasamos a estudiar el comportamientote los seres inteligentes, lo primero que podemos observar es que los comportamientos instintivos se vuelven conscientes. Entraríamos pues en lo que se llamaría “comportamiento consciente”, que posee atributos de intencionalidad mayor o menor. Entonces un comportamiento constitutivo de falta o delito tendría según en nivel de intencionalidad elementos agravantes, atenuantes o eximentes, en la medida en que el acto fuese provocado por una respuesta instintiva y no premeditada (eximente o atenuante), o con intencionalidad o saña (agravante). De esta forma se juzgan las faltas y delitos.

 
En las relaciones del individuo con su entorno se establece una primera conexión en la que se pone en juego la asignación de recursos a repartir entre “yo y ellos”. Cada cual necesita, quiere, le apetece, desea poseer una cierta cantidad de recursos (se suele materializar en dinero), a fin de conseguir los bienes que se necesitan, quieren, apetece o se desea. En ese juego, si la asignación o reparto no es equitativo, se produce un desequilibrio que conduce a la insolidaridad. “Yo versus ellos”. Antes mis necesidades que las de los demás. En el extremo criterios de reparto no equitativos terminan generando desigualdades que concluyen en sociedades de ricos y pobres. La no existencia de clases medias hace que la distribución de la riqueza siga la ley de Pareto, donde el 20% de los individuos disfrutan del 80% de la riqueza de un país, y viceversa, el 80% se tiene que repartir el 20& de la riqueza sobrante.

 
Cuando el reparto de la riqueza se produce de forma manifiestamente desigual, desde el punto de vista social se está produciendo un desplazamiento de la carga material hacia un sector muy pequeño, en detrimento no del resto, sino de la sociedad en su conjunto.
Por efecto de la Ley de acumulación, el flujo de riqueza hacia un sector reducido, genera incentivos perversos que se potencian y refuerzan (“dinero llama a dinero”), de modo que  cuanto más ricos son los ricos, más pobres son los pobres, y la sociedad en su conjunto.

 
Este efecto de “desplazamiento de la carga de riqueza” se puede expresar según el siguiente modelo.


Este modelo significa que cuando cuanto más se encaminen los recursos hacia la clase poderosa, lo que supone mayor empobrecimiento de la sociedad, menor capacidad tiene esta para generar nuevos recursos, y además, se produce un efecto colateral que daña aún más al conjunto de la sociedad, que es la conciencia de la desigualdad, el descontento social, la pérdida de posibilidades educativas, de servicios, etc. No se lesiona sólo a los pobres sino al conjunto del país. En el extremo es lo que sucede en los regímenes dictatoriales en los países del Tercer Mundo. Y entiéndase que la clase poderosa del país no son solo sus dirigentes corruptos, sino Occidente, que absorbe el 80% de la capacidad de recursos de esos países para sostener el tren de vida de los países del hemisferio norte.

 
Pues bien:

 
El desplazamiento desigual de la riqueza, de los recursos hacia un sector individualista en detrimento del conjunto del sistema social está en la raíz del mal en este Planeta. Porque no sólo estamos hablando del desarrollo de las naciones. Hablamos de nuestro comportamiento personal respecto del grupo humano en el que vivimos. “yo frente a los demás”. A esto se llama egoísmo, y Jesús de Nazareth lo resume en “porque tuve hambre y no me disteis de comer”, “estuve desnudo y no me vestisteis”, “tuve necesidad de afecto y me abandonasteis a mi suerte”. Etc. Si este es el juicio final, por el que los seres humanos seremos juzgados, la clave de este comportamiento egoísta radica en el “desplazamiento de la carga” de los recursos.

 
De este planteamiento se desprende, por la Ley de las fuerzas antagónicas, que en el comportamiento humano entran en competencia dos fuerzas, el amor y el egoísmo. El amor nos hace conscientes de que vivimos en un todo orgánico, en un sistema humano donde el bienestar de la mayoría exige el sacrificio de la minoría; es decir, que hemos de renunciar a todo lo que nos apetece tener a costa de detráeselo de lo que en justicia le corresponde a los demás sobre la base de un reparto equitativo. Porque siempre deseamos tener más de lo que nos corresponde, y en una economía de libre mercado, la tentación de acaparar sin tasa es demasiado fuerte como para no caer en ella. Bien es verdad que los mecanismos automáticos reguladores del mercado son los que limitan esta capacidad, salvo para los que han superado la masa crítica de la riqueza, por encima de la cual, la Ley de la acumulación empieza a funcionar estableciendo el vertiginoso bucle reforzador que hace a los ricos y multimillonarios más ricos y adinerados cada vez.

 
Complementario a este desplazamiento de la carga de recursos está el arquetipo del desplazamiento de la carga de los problemas. Si en el primer arquetipo en el centro estaban los recursos a repartir, en este segundo están los problemas a solucionar.

 
El general, el arquetipo rezaría así: “las soluciones a corto plazo hipotecan el sistema a largo plazo”.

 
Es la mejor expresión del denominado “síndrome del corto plazo” u obsesión por resolver los problemas urgentes “ya”, aunque luego tenga efectos negativos para la empresa. Es decir, resolvamos el problema de ahora, que mañana será otro día.

 
El desplazamiento de carga es también sinónimo de la búsqueda de soluciones a corto plazo. Y así se  trata de actuar, cuando se ve que inicialmente se mejoran los indicadores de actividad. Sin embargo, estas medidas no hacen de hecho otra cosa que alterar el funcionamiento a largo plazo de la organización, de las comunidades, de las cosas.

Este es un arquetipo en el que se cae con demasiada frecuencia. Es el arquetipo de la miopía de los seres humanos, tanto en el escenario empresarial, como social, e incluso personal y familiar. Además la sensación de euforia que puede producir el éxito inicial nos nubla la vista, y no nos hace ver las consecuencias a veces devastadoras que este éxito puede tener con el paso del tiempo. 
 
Estas son en definitiva las bases del egoísmo, “deseo para mí lo que le corresponde a los demás”. Es la rotura de la Regla de Oro que nos enseñó Cristo “no desees a los demás lo que no deseas para ti”.

 
El ejemplo más cercano a nosotros de este arquetipo, sin entrar en temas morales es el uso de las tarjetas de crédito. Llevar una de estas en el bolsillo nos hace tener la sensación de que tenemos capacidad adquisitiva para entrar en los grandes almacenes y comprar lo que se nos antoje. Y es verdad, comprar,  podemos hacerlo, damos la tarjeta, registran la compra, firmamos y ya está. El bien es nuestro. Pero luego llega el mes que viene y el cargo de la tarjeta. Cuanto más la usamos, más proporción de nuestro sueldo se nos va en pagar el crédito, hasta que llega un momento en que este bocado puede ser del 50, 60 o 70%, o más de nuestro sueldo. Estamos perdidos y endeudados. Y a no ser que nos venga una inyección de dinero fortuita, o pidamos un préstamo para pagar el crédito, viviremos ahogados indefinidamente.

 
Otro ejemplo, este de nuevo de carácter personal es la automedicación o medicación con receta, sobre todo de medicamentos psicotropos. Estos fármacos suelen tener un doble efecto perverso, la tolerancia y la dependencia. Tolerancia significa que cada vez hace falta mayores dosis de fármaco para lograr los mismos efectos. La dependencia supone que cada vez más dependemos de estos fármacos para simplemente no sentirnos mal. Este doble efecto es el mecanismo biológico de la adicción. Y por aquí nos enganchamos al tabaco, al alcohol, a los sedantes, a los estimulantes, en una palabra, a las drogas. Este efecto de carácter personal está provocando una de las mayores lacras sociales, la drogadicción. La lectura en función del arquetipo de desplazamiento de carga es la siguiente:

El problema es que nos sentimos agitados, agobiados, nerviosos... El tabaco nos aplaca los nervios. Como es así, y no desaparece el problema de la angustia, seguimos fumando. Al final... dos cajetillas diarias. Resultado final colateral... Cáncer de pulmón.

En estos arquetipos, el factor humano juega un papel predominante, porque en el fondo son actitudes humanas vehiculadas por sentimientos de temor o enfado, que provocan respuestas erróneas, pero que no se saben apreciar, si en el análisis buscamos piezas averiadas y no recapacitamos sobre la globalidad, sobre el grupo o la empresa como un todo orgánico.

 
En resumen, el arquetipo de desplazamiento de carga hace que en aras de acumular para nosotros bienes de modo continuo, hipotequemos, no solo nuestra propia viabilidad, sino la del conjunto social donde estamos integrados.
Es decir, al final el ser humano es en lo personal y en lo social víctima de su propio egoísmo. 

 
Este arquetipo que induce la tendencia a la acumulación hace que prevalezca de modo excesivo una de las dos fuerzas antagónicas, a favor propio en detrimento del conjunto. Al final todo fracasa y estalla. Y los imperios siempre caen. 

 
El equilibrio orgánico, la estabilidad económica y social describe Utopía, el Cielo, el estado ideal. El desequilibrio orgánico describe el mundo en que vivimos, donde las fuerzas de acumulación excesivas dibujan una humanidad muy desigual, donde bajo criterio paretiano, el 20% de la sociedad acumula el 80$ de la riqueza, mientras que el otro 80$ de la humanidad se tiene que conformar con el exiguo 20%.

 
Segunda conclusión

 
Leonardo Bof  decía que existen dos tipos de lenguaje, el positivo que explica la realidad natural, y el simbólico que inunda todo el lenguaje del espíritu.
No obstante, los principios que se han expuesto como leyes de las fuerzas primordiales, parecen tener un fuerte nexo entre el mundo de las ciencias positivas y las ciencias de la mente, sociales y del espíritu humano. Hablamos en cualquier caso de términos como fuerza, energía, trabajo, inercia, velocidad, dificultad de avance, roces… Es decir, términos de la Física están permanentemente utilizados para definir actitudes y comportamientos de los seres humanos como individuos, grupo, organizaciones o sociedad.

 
Esto, más allá de ser una utilidad y un recurso para explicar nuestros comportamientos, llega hasta rozar casi, sino ser en si mismos, “isomorfismos” con los modelos físicos. Todo ello desde el enfoque más simplista y sencillo posible. Pero entendiendo la validez de la navaja de Occam, y que los términos fuerza, energía y trabajo han de ser abordados en términos de lenguaje simbólico, empero ese simbolismo permite comprender las complejidades humanas desde supuestos sencillos, al hilo de la navaja “la explicación más sencilla es la más probable”.

 
Explicar lo sutil en términos de fuerzas antagónicas en competencia (no necesariamente buenas o malas, sino complementarias, permite ver claramente los motivos del comportamiento, aún aceptando la existencia de multitud de “variables ocultas” como dice Einstein, que aportan la gran variabilidad del humano comportamiento.

 
Pero como quiera que en el mundo de lo sutil no es preciso llegar a modelizaciones de carácter formal, basta con saber inferir las leyes descritas dentro de lo que es el comportamiento de la mente y el alma humana, y saber que las fuerzas de actitud pasiva nos conducen a los vicios y defectos que hacen incómoda la vida humana, donde el individualismo exacerbado es capaz de generar una inercia caótica que ha desembocado en uno de los mayores males de la humanidad, la pobreza. Y que la solidaridad llevada al extremo de la entrega desinteresada hace de este mundo un lugar hermoso, y nos coloca en el camino de poder conseguir la velocidad de escape de este mundo, para saltar a la unión con Dios.

 
Es igual. La cuestión radica en saber entender el lenguaje teológico y bíblico desde una hermenéutica simbólica, tal que nos permita asociar dicho lenguaje con las fuerzas primordiales, sin caer en lecturas literales que resultan ser absurdas. Esta es la gran tragedia de las Sagradas Escrituras. Lo he comentado con anterioridad. Hasta el propio Evangelio de Jesús sólo tiene sentido si se lee y medita desde el lenguaje simbólico.

 
Pero hacer esta reflexión es posible.

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